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El presidente del Gobierno, Pedro SánchezLuis Diaz

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Esta semana parlamentaria ha sido un escalofriante relato de la deriva de la política del gobierno socialista. Nunca un partido como el PSOE, que ha gestionado desde la alternancia el gobierno de España, ha comenzado a descomponer su alma debido a los actos autoritarios de Sánchez, por eso estamos ante unas semanas que van a poner de manifiesto el proyecto político del centro izquierda español dependiente únicamente del estado de ánimo de su líder, que vive una encrucijada personal.

Todos los que estuvimos el pasado martes en el Congreso comprendimos que el choque de trenes entre el PSOE y JUNTS con la mirada puesta en las negociación para la investidura de Salvador Illa, solo va a traer un mayor enrocamiento de Sánchez en actitudes cada vez más autoritarias. El presidente ni siquiera apareció por el Congreso para apoyar sus proyectos o el pacto para la renovación del Poder Judicial dando claras muestras de soberbia nunca vista en un político con responsabilidades de gobierno.

Realmente, Sánchez se encuentra en una peligrosa encrucijada personal y política, y esta debilidad no puede traer nada bueno para un país tan polarizado como es España debido a la división creada desde Moncloa como único medio para la subsistencia de su inquilino. Sin duda, el presidente en estos momentos tiene una única preocupación y esta es sobrevivir y sin duda, va a emplear todo su empeño en lograrlo aunque tenga que destrozar a su partido convirtiéndolo en un simple instrumento de supervivencia personal, siéndole indiferente si para ello tiene que vender su historia y la honorabilidad de sus militantes a cambio de seguir unas semana más.

Bruselas o ataque de líder furibundo

Sánchez tiene que escoger, en su encrucijada, entre seguir las indicaciones de Bruselas en su informe del Estado de Derecho en España o seguir liderando el ataque furibundo a la Justicia independiente española. Su encrucijada se reduce a tener que decidir entre cesar al  Fiscal General del Estado, como se deduce del informe europeo que le exige garantizar la independencia de las fiscalía, o seguir acusando a la Justicia de someterle a  persecución política cuando un juez le cita a declarar como testigo sobre el comportamiento de su esposa. Igualmente tiene que escoger entre insultar a esos mismos  jueces o aceptar que todos somos iguales ante la ley, principio democrático fundamental en la Europa democrática a la que pertenecemos.

También  esa encrucijada personal se pondrá de manifiesto en los próximos días cuando tenga que escoger entre dar privilegios financieros a Cataluña para conseguir la simple investidura de Salvador Illa, empeño obsesivo, a cambio de negarla al resto de comunidades autónomas, poniendo otra vez en entredicho la igualdad de los españoles, en este caso la igualdad económica. Hay que tener en cuenta que desde que asumió su condición de presidente de gobierno no ha visitado a ningún presidente de comunidad autónoma excepto al lehendakari vasco o al presidente de  la Generalitat de Cataluña.

En la esfera internacional también se encuentra en una clara encrucijada, derivada de su soberbia personalidad polarizadora. En este caso su odio a Milei lo contrapone a su comprensión a Maduro. Tendrá que decidir si su gobierno y su partido seguirán defendiendo a dictaduras como la venezolana o apoyará la democracia en cualquier lugar del mundo. El último episodio de la expulsión de la delegación del Partido Popular cuando acudían a las elecciones de hoy en Venezuela,  sin que el ministro de exteriores haya hecho protesta, nos da la pista sobre cuál es el tratamiento de Sánchez con algunas dictaduras, en este caso siguiendo las recomendaciones del nefasto Zapatero.

Rechazar la igualdad y la libertad es asumir que lo contrario es lo correcto, por eso cada vez que Sánchez ataca a la Justicia y a los jueces, se niega a aceptar que declarar como testigo es una obligación. Considera que debe privilegiarse a unos españoles sobre otros según los intereses políticos propios o le es indiferente los sufrimientos de los demócratas que luchan contra dictaduras, es escoger el autoritarismo basado en motivos estrictamente egoístas de supervivencia personal.

Sánchez está en su encrucijada de supervivencia personal y mientras su partido lo consienta seguirá tensionando y polarizando a la sociedad española. Por eso, es necesario que los que pensamos que la libertad e igualdad están por encima de los problemas personales de los “Sánchez-Gómez”  debemos seguir diciendo que la única decisión que tiene que tomar el presidente del gobierno es el día y la hora en que tiene que escribir su tercera carta: la de su dimisión. Las encrucijadas simplemente de supervivencia personal  de un dirigente político no pueden arrastrarnos a los ciudadanos.