EDITORIAL
Pedro Sánchez ante el momento más crítico: no puede mentirle al juez
No han sido bulos ni noticias falsas lo que le ha llevado a ser citado por el juez Peinado. Han sido las actividades, como mínimo impresentables, de su esposa, por mucha campaña contra él que ha hecho el propio Gobierno
Hace mucho, tanto como el inicio de esta legislatura, que Pedro Sánchez debería haber dimitido. Es más no debería haber sido elegido presidente del Gobierno. No es admisible que comprara su investidura al prófugo Puigdemont a cambio de una ley inconstitucional que borra sus delitos. Ha pasado casi un año de ese momento y, a trancas y barrancas, sin presupuestos y en manos de sus socios separatistas y comunistas, Sánchez sigue instalado en el poder, sobreviviendo a duras penas en medio de varios casos de presunta corrupción que le tocan directamente bien porque han surgido en su propio Gobierno, bien en su propio dormitorio o bien en su entorno familiar.
Uno de ellos, el que afecta a su mujer, el ‘caso Begoña’, le ha llevado a tener que testificar este martes ante el juez que instruye esa investigación. No han sido bulos ni noticias falsas lo que le ha llevado a ser citado por el juez Peinado. Han sido las actividades, como mínimo impresentables, de su esposa. Por mucha campaña contra él que ha hecho el propio Gobierno, la fiscalía, la prensa afín y demás pelotas y aduladores, el relato de un complot facha contra Sánchez orquestado por partidos políticos, jueces y periodistas, ha fracasado. No es creíble, no cuela y los que se dedican a repetirlo una y otra vez están tirando su prestigio por la alcantarilla.
Aunque Sánchez ha intentado por todos los medios evitar sentarse ante el juez, Peinado ha aguantado como un jabato las presiones recibidas por tierra, mar y aire. Hay que reconocer que el presidente del Gobierno tiene temores fundados y que este martes tiene una papeleta muy gorda: está obligado a decir la verdad, lo que supone un obligación tremendamente cruel para este personaje. Es cierto que como cónyuge de la investigada puede acogerse al derecho a no declarar contra ella, pero eso no haría sino ratificar ante buena parte de la opinión pública que esconde algo y que no tiene ninguna gana de colaborar con la justicia.
En todo caso, decir la verdad es algo metafísicamente imposible para Pedro Sánchez cuando lo que está en juego es su propia supervivencia política. No es esperable que ante el juez sufra un ataque de dignidad o un arrebato de decencia y decida colaborar con la investigación y decir la verdad. Eso conllevaría la inmediata dimisión porque, más allá de en qué acabe la investigación judicial, su responsabilidad en las actividades de su esposa es enorme. Y estamos ante unos negocios que no son éticos ni estéticos y que deberían empujarle a la dimisión irrevocable. Pero para eso hay que tener unos mínimos principios, algo que nunca ha demostrado tener el hombre sin palabra, el presidente que compró su investidura a un delincuente.