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ERC apoyará la investidura de Salvador Illa como nuevo presidente de Cataluña. Lo hará a cambio de "la soberanía fiscal, la promoción y protección de la lengua catalana, la Convención Nacional para la resolución al conflicto político y el resto de medidas acordadas" (?). Así lo ha decidido el 53% del 77% de los militantes tras una votación en la que han participado exactamente seis mil trescientas cuarenta y nueve personas, lo que significa que, si los cálculos no me fallan, 3.365 catalanes afines a Junqueras acaban de decidir no solo el futuro de Cataluña sino el de cuarenta y siete millones de españoles a los que ya veremos cómo nos afecta la ruptura del sistema de financiación autonómica de régimen común. 

Ahora falta saber en qué consisten ese "resto de medidas acordadas", qué significa exactamente eso de "la Convención Nacional para la resolución al conflicto político" y cuál es exactamente el "conflicto político" en el que al parecer estamos inmersos, pero, visto lo visto, hay que prever lo mejor para Sánchez y lo peor para el resto.

La cosa es muy seria: que un gobierno socialista que siempre ha hecho bandera de la igualdad y la justicia social en todo el territorio nacional, haya decidido aceptar las condiciones impuestas por una minoría de unas siglas minoritarias es un despropósito que genera una situación de desigualdad de consecuencias duraderas, perjudiciales y, sobre todo, imprevisibles. Pero claro, ¿qué se puede esperar de un presidente que como decía hace unos días Tomás Gómez, ha cercenado al PSOE sus últimas tres siglas dejándolo reducido sólo a la P de partido?

Y mientras tanto ahí estamos, enredados sobre el sexo de la boxeadora afgana y sobre el pucherazo más que cantado de Maduro sin querer ver que lo que tenemos en casa hace tiempo que empezó a ser muy, pero que muy preocupante.