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Por más que Pedro Sánchez quiera correr delante de los problemas que le cercan, los temas siguen ahí cuando se da la vuelta. Ahora, el presidente, tras sus vacaciones, se marcha de gira por África para resolver, a golpe de talonario, la migración en los países de origen de los que llegan a nuestras costas en cayucos. La presión que sufren nuestros centros de acogida es insostenible, sobre todo en Canarias, pero no solo es eso.

En realidad, si se mira bien el asunto, lo que va a hacer el presidente en su recorrido por Mauritania, Gambia y Senegal es dar dinero a quienes mandan en esos países para que eviten la salida de sus ciudadanos que huyen del hambre o de la represión de los regímenes autoritarios de turno. Ojos que no ven corazón que no siente. Si mueren allí lejos, sin oportunidades, los desesperados no salen en los telediarios españoles desembarcando exhaustos en las playas españolas y la gente aquí no se echa encima del Gobierno. Eso es lo que importa.

Es el fariseísmo del buen progresista. Lo que no sale en los medios no existe. La pobreza, la desesperación que no está en el banco debajo de nuestra casa, a quién conmueve. Hace años que Europa -desde luego España- riega de euros a poderosas familias africanas que se enriquecen gracias al tráfico de quienes vienen en busca de “El Dorado” que luego no es tal. No ha servido esa manirrota costumbre nada más que para enriquecer a castas que viven lejos de sus pueblos. Pero, eso sí, a corto plazo dejarán de llegar barcos llenos de oscuros desgraciados ya que habrán chocado con las policías en los países donde están condenados a morir. A.M.BEAUMONT