LA MIRILLA
Mayoría para frenar el autoritarismo de Sánchez
Lo más perentorio que hay en nuestra democracia es cambiar de presidente del Gobierno. Pedro Sánchez es el mayor problema de España. No es de recibo que siga atornillado a La Moncloa quien se ufana públicamente en gobernar sin el Parlamento. Su legitimidad proviene de él. No ha entendido lo que tiene entre manos y su afán por seguir mandando a cualquier precio es un peligro.
Pero, también es cierta otra anomalía que se debe resolver cuanto antes. Sánchez está ahí, inamovible, porque no existe una alternativa suficiente que pueda mover su pedestal. A Alberto Núñez Feijóo no le dan los números. No hay posibilidad de conformar una barrera de oposición fiable en el Congreso de los Diputados al líder socialista que frene su deriva autócrata. De ahí que sea imprescindible que el líder popular vaya abriendo puentes con otras formaciones para detener el frenesí autoritario sanchista.
Ha sido en este sentido muy importante el pacto que ha tejido el líder del Partido Popular con el presidente de Canarias, el líder de Coalición Canaria, Fernando Clavijo, para atajar el descontrol migratorio. Aunque Génova tiene que dar más pasos. Su relación con el PNV no puede ser tan tensa. Hay que engrasar las conversaciones con el partido vasco. Porque van a coincidir en muchos asuntos, y no menores. Y Junts, además, irá a rebufo.
Ese camino, tras la ruptura de los pactos autonómicos con Vox, está más llano. La reacción del portavoz parlamentario peneuvista, Aitor Esteban, tras la brutal frase anti democrática de Sánchez ya evidencia que algo cambia: “Dicho así suena poco democrático”, dijo quien no se prodiga en excesos verbales. Luego, acordó con el PP apoyar, en contra del PSOE y Sánchez, la petición de declarar a Edmundo González Urrutia presidente electo de Venezuela.
Feijóo tiene que ir construyendo esa alternativa como cortafuegos al incendio que provoca el presidente del Gobierno. Claro que el PNV selló con el socialismo la moción de censura que apartó a Mariano Rajoy, y eso duele todavía a la familia popular, pero la realpolitik es la que es.
A. M. BEAUMONT