Y Sánchez cogió su chandal
El chándal es una prenda que se inventó en la década de 1930, pero su éxito llegó a finales de la década de 1960. Esta prenda ha estado de moda y ha caído en su uso varias veces, pero siempre su utilización se ha unido al deporte o a la comodidad. Por otro lado, también ha ido progresivamente teniendo presencia en la política gracias a algunos políticos.
Así la política del chándal se ha ido utilizando como prenda representativa de una casta dirigente ligada al socialismo populista fundamentalmente en América latina y sobre todo en los representantes de la dictadura venezolana como Chávez y Maduro, que han convertido esta prenda en toda una ideología caracterizada por el ataque al poder legislativo, al poder judicial y a la colonización de las instituciones como medio de anular a toda la oposición tanto política como social.
Pero nunca ha tenido éxito en alguna democracia europea. Es más, el rechazo a la política populista que simboliza ese chándal es la norma seguida por los dirigentes de los países europeos, aunque en España cada vez es más visible la 'chandalización' de la política socialista.
Sánchez saca del armario su 'chándal ideológico'
El presidente del gobierno Pedro Sánchez ha iniciado este curso político sacando del armario su chándal ideológico. Comenzó haciendo una declaración explícita de antiliberalismo al declarar ante los entusiastas miembros del comité federal del PSOE que va a gobernar ignorando al Poder Legislativo como ya ha estado haciendo con el Poder Judicial estos años pasados. Y ha continuado con esa votación contraria en el Congreso de los Diputados al reconocimiento de Edmundo González como presidente electo de Venezuela, al cual lo ha recibido como si fuera un repartidor de pizza, es decir, en la puerta de la verja de la Moncloa y sin hacerlo entrar en el interior de la casa que ocupa por representar a la democracia parlamentaria española.
Estos dos hechos ponen de manifiesto la “chandalización” de la política gubernamental y sobre todo el concepto de democracia que tiene Pedro Sánchez, que es capaz de despreciar a los otros poderes del Estado mientras coloniza más de 50 instituciones del mismo para alejar cualquier sombra de oposición. Ni el mismo Zapatero fue capaz de llegar tan lejos en la “chandalización” puesto que al perder el control de la economía y de la política convocó elecciones generales dando voz al pueblo español. El alumno ha superado al maestro.
La represión política en Venezuela de los ciudadanos que piden libertad no ha sido suficiente para que el gobierno llame dictador a Maduro, y para más escarnio el ministro Albares se ha negado a decir que Maduro es un dictador, alegando que “los ministros de Asuntos Exteriores somos la última persona que tiene que poner un calificativo. Venezuela es un país hermano”. Todo ello después que el gobierno socialista en pleno haya llamado “cocainómano” y haya proferido graves insultos a Milei que es presidente de un país hermano como es Argentina y que ha sido elegido democráticamente.
Sánchez utiliza el chándal para huir del Congreso y el Senado
Pero no solamente el chándal lo utiliza Sánchez para defender a dictadores sino que también lo usa para negarse a acudir al Congreso o al Senado a rendir cuentas olvidando que es presidente del gobierno de una democracia parlamentaria. Al Senado lo desprecia continuamente no acudiendo a las sesiones de control y al Congreso, con la complicidad de la presidenta Francina Armengol, cada vez le cuesta más venir a explicar temas tan preocupantes para los ciudadanos como la política para hacer frente a la inmigración ilegal o los pactos insolidarios con ERC, BILDU o el PNV.
El chándal es una prenda cómoda para hacer deporte pero sumamente incómoda para hacer política en una democracia parlamentaria puesto que supone un ataque a la división de poderes y al Estado de Derecho. Los gestos en política son muy importantes, sobre todo aquellos que encierran un mensaje. Los gestos de Pedro Sánchez recibiendo a hurtadillas al presidente electo de Venezuela, negando la legitimidad a los otros poderes del Estado, nombrando militantes socialistas en las instituciones y despreciando a la oposición, son gestos que degradan nuestra democracia y que avanzan en la política del chándal ideológico.