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La anormalidad de Sánchez

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El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez

El presidente del Gobierno, Pedro SánchezEuropa Press

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Han empezado las fiestas en mi pueblo. El popular alcalde de Villaviciosa de Odón (Madrid), Juan Pedro Izquierdo, abrió la botella festiva este sábado presentando al pregonero, el actor villaodense Javier Godino Lafuente. Fue un acto realmente entrañable en la plaza del Ayuntamiento. Luego, a las doce de la noche, los célebres fuegos artificiales (¡viene gente de todos lados!) llenaron el cielo ante la mirada atenta de miles de personas que celebraron el espectáculo de luz y ruido. Algunos se acercaron amablemente a saludarme y, casi todos, antes de despedirse hicieron la pregunta del millón: ¿Hasta cuándo va a aguantar Sánchez? 

La respuesta, por supuesto, sólo la conoce Pedro Sánchez. Si estuviésemos ante cualquier otro político, ciertamente, podría responderse que ante una legislatura que está muerta por la debilidad extrema del Gobierno, sin siquiera poder aprobar un Presupuesto, lo mejor es convocar elecciones cuanto antes. Pero, nuestro presidente no es un personaje que se mueva en situaciones de normalidad, al revés, está acostumbrado a nadar entre tempestades. También a vivir zambullido en lo más grotesco. Así que, muy probablemente, las cosas de palacio van despacio. 

Además, el líder socialista ha implantado formas que nunca antes habían sido siquiera exploradas por los políticos españoles y esto aún le convierte en más impredecible. Por ejemplo, no tiene un partido detrás que pueda quitarle el apoyo, el PSOE es meramente una estructura al servicio del mandamás. Puede decir el castellanomanchego Emiliano García-Page que en su formación hay "mar de fondo", seguramente la hay, pero diría yo que más contra él que contra su líder. El Partido Socialista es una máquina actualmente para sostener a Sánchez en el poder. Sólo eso.

Este lunes Felipe VI va a recibir al presidente de la Generalitat de Cataluña, Salvador Illa, en La Zarzuela. Y esto, que debería haber sido normal siempre en nuestro país, es algo inusual. Hasta ahora, los presidentes catalanes independentistas se negaban a saludar al Rey, incluso, cuando acudía de visita a su Comunidad. Pues bien, igual que se critica al presidente por tener este país manga por hombro con tal de sobrevivir en La Moncloa, también, es de recibo elogiarle si un miembro del PSC vuelve a colocar en su lugar la lealtad que se debe a nuestro Jefe de Estado. Haber cortado la cabeza a la serpiente independentista es el único éxito en el haber de Sánchez. Vale, con todos los matices después que queramos ponerle (indultos, amnistía, etc.). Y eso, la derrota en las urnas del secesionismo, es gasolina que ha llenado el depósito del Falcon presidencial. A.M.BEAUMONT

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