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EDITORIAL

La incoherencia de Sánchez: fuerte con Milei, débil con Maduro

La lección que debemos sacar es que es mucho peor atacar a Begoña Gómez que dar un pucherazo electoral

Pedro SánchezA. Perez Meca

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Hace cuatro meses, España retiró a su embajadora en Buenos Aires. Se consumaba así la ruptura de relaciones con Argentina por un choque de declaraciones entre el presidente Javier Milei y Pedro Sánchez. El español, como caballero a la antigua usanza, se revolvió contra el argentino cuando éste vino a España y en un mitin organizado por Vox llamó corrupta a Begoña Gómez. Era la respuesta de Milei al ministro de la incontinencia verbal, Óscar Puente, que días antes le había calificado de drogadicto al sugerir que ingería “sustancias”.

Esa reacción sobreactuada de Pedro Sánchez contrasta ahora con su tibieza ante el pucherazo electoral de Nicolás Maduro en Venezuela y su enfado posterior que le ha llevado a llamar a consultas a su embajadora en Madrid como respuesta al desliz de Margarita Robles llamando dictadura al gobierno venezolano. Sánchez no se atreve ni a reconocer como presidente electo a Edmundo González, el vencedor de las elecciones que ha tenido que exiliarse en España huyendo del dictador. Ni siquiera ha levantado la voz ante la detención de dos turistas españoles a los que el régimen acusa de planear el asesinato de Maduro, nada menos. Sánchez calla, sumiso y cobardón.

La lección que debemos sacar es que es mucho peor atacar a Begoña Gómez que dar un pucherazo electoral. Lo primero desata una reacción drástica y airada del Gobierno español porque Milei es un fascista y Sánchez no tolera el fascismo. Lo segundo nos muestra al Sánchez más débil ante el dictador comunista para el que trabaja el gran inspirador del PSOE, el expresidente Rodríguez Zapatero.

En realidad se repite a escala internacional el mismo patrón que sigue el Gobierno aquí en España. Pedro Sánchez recibe y dialoga con todos los partidos excepto con Vox y, a regañadientes, con el PP. No tiene inconveniente en fotografiarse y pactar con los proetarras de Bildu o con los golpistas de ERC y Junts. Todos le valen excepto Vox porque él el un paladín contra la “extrema derecha” de Abascal y de Milei.

Detrás de su muro, Sánchez coloca al líder de Vox, al del PP también y al presidente argentino, pero no a Nicolás Maduro. Ese es de su club ideológico, un amigo un tanto descarriado, pero amigo al fin y al cabo.