LA MIRILLA
El gran secreto de Marisú Montero con Sánchez
Las deliberaciones del Consejo de Ministros son secretas, aunque en ocasiones salen a la luz algunos de sus tejemanejes curiosos. Algún ministro se va de la lengua: pecadillos sin importancia. A mí, lo que de verdad me gustaría conocer de lo que pasa una vez que este Gobierno se reúne a puerta cerrada, es si la vicepresidenta, María Jesús Montero, embelesada, mirando a Pedro Sánchez, rompe allí a aplaudir cada vez que habla el presidente. Es sublime ver a Marisú en el Congreso de los Diputados o en los actos de partido cómo se parte las manos con esa forma tan típica que tiene de palmear a su líder. Y no me digan que la manera que tiene de contemplar a Sánchez, con sonrisilla constante, capaz de señalar y corregir a su vez a los demás, no es la de admiración suprema, esa que dice: es el Rey y su palabra la Ley.
España
Puente delata a Sánchez: avaló el contrato de la koldotrama al mes de firmarse
Francisco Mercado
Me imagino que este martes a la sala de reuniones de los ministros todos llegarían con trajes nuevos. La ocasión lo merecía. Sánchez, por fin, había bajado del monte portando las tablas que la reflexión de cinco días, junto a su esposa, le había dictado. Y que una vez conocido el contenido del “proyecto Begoña”, todos, sin excepción, puestos en pie, ovacionarían la intervención presidencial. ¡Bravo, bravo!, gritó Marisú llena de orgullo y lágrimas en los ojos. Nada menos que el mandamás iba a regenerar España. Y lo hacía para defender el honor y buen nombre de la amada mujer con la que está casado, Begoña Gómez.
Este Plan de Acción por la Democracia es un compendio buenista de intenciones que no lleva a ningún sitio, pero que sirve para entretener a nostálgicos de lo que pudo ser. A una legislatura muerta se la desea rellenar mandando a los demás hacer cosas que el Gobierno no hace. Bastaría con que Sánchez estuviese dispuesto a cumplir la ley y no habría necesidad de forjar otras raras normas para que los españoles estén más contentos con la democracia.
¿Cree Sánchez, de verdad, que sobre el problema que constata de crecimiento de descontentos con la política, no tiene nada que ver él? Además, viendo cómo ha ido colonizando poderes del Estado que deben ser independientes, no es sencillo creer que todo este plan, en realidad, no tenga otro fin que controlar empresas periodísticas y cortar las alas a las Comunidades Autónomas. En fin, otro capítulo de Pedro y el muro, en el que solamente entran los palmeros.
A. M. BEAUMONT