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La vicepresidenta segunda y ministra de Trabajo, Yolanda DíazJesus Hellin

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Santos Cerdán ha corrido hasta Suiza para ver qué pide Carles Puigdemont para aprobar esta semana el techo de gasto y, con ello, dar paso a que sus siete diputados den vida al Presupuesto de Pedro Sánchez. A tal nivel se ha llegado. Y no lo digo exclusivamente porque esa misión se encargue a un personaje menor, aunque siempre dispuesto a hacer lo que le mande el jefe. Sólo el viaje del secretario de Organización del PSOE ha echado por tierra esa presunción del presidente de poder gobernar sin el Congreso. Otra de sus 'pedradas'. Saben bien en La Moncloa que proseguir por ese camino de derrotas parlamentarias supone un desgaste político que no es posible soportar más tiempo. 

Así las cosas, puede decirse en este momento que el fugado en Waterloo está en disposición de sacarle los higadillos a Sánchez. Pieza a pieza. Y el mandamás socialista, maduro para darle aquello que pida con tal de poder seguir en el palacio monclovita. A las claras ha quedado que quien tiene la sartén bien agarrada por el mango es Puigdemont, en realidad, es quien de verdad manda. Sánchez solo detenta el poder. Los que deciden qué votaciones gana el inquilino monclovita en el Congreso son los diputados de Junts. Los relatos elaborados por los asesores sanchistas pierden gracia. Ser un resistente puede valer un tiempo, pero si se pasa el arroz lo que parece es que es un pesado que su único mérito es querer seguir disfrutando de vivir gratis total, con palacios, coches oficiales y avión privado.

Mientras, los problemas para el Gobierno de coalición son una llaga sangrante en la pata no socialista. Yolanda Díaz cada día demuestra que está más muerta políticamente y Sumar ya no es una fuerza capaz de aglutinar los votos que están a la izquierda del Partido Socialista. El problema es que tampoco otros líderes como Ernest Urtasun o Íñigo Errejón concitan consensos amplios para ser los representantes de la facción. Se intenta ganar tiempo a toda costa, pero según pasan las semanas las cosas van a peor, sin que se encuentre el remedio. Las confluencias regionales están a la fuga. Ese engendro que ni siquiera se sabe lo que es, más allá de una confluencia de personas con cargos, va camino de diluirse por falta de votantes. Una vez más se demuestra que empezar proyectos políticos desde arriba, sin bases que los sustenten, son errores que duran poco tiempo. A.M.BEAUMONT