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EDITORIAL

El presidente más desleal: mimos a Puigdemont, desprecio a Feijóo

Pedro Sánchez no se atreve a detener a Puigdemont, como demostró en agosto, pero tampoco se atreve a criticarle ni a molestarle. Toda la cobardía que muestra con el prófugo se vuelve descaro para atacar al PP

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, durante un pleno en el CongresoEDUARDO PARRA / EUROPA PRESS

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Tenemos un presidente del Gobierno que desprecia a media España -como mínimo- y dora la píldora a un presunto delincuente como Carles Puigdemont. Al mismo tiempo que se niega a convocar una Conferencia de Presidentes para hablar ahí de la financiación autonómica solidaria y justa para los españoles, manda a sus emisarios a Ginebra para negociar con Puigdemont privilegios para él y para Cataluña.

El viaje del número 3 del PSOE, Santos Cerdán, otra vez, a entrevistarse con el prófugo es marca de la casa, es el estilo de Pedro Sánchez, un personaje sin límites, capaz de cualquier cosa con tal de comprar su permanencia en la Moncloa un tiempo más. Ahora necesita tender puentes con un enfadado Puigdemont para intentar que la senda de déficit no se estrelle contra los votos en contra de Junts este jueves en el Congreso. Eso dejaría a Sánchez sin presupuestos, obligado a prorrogarlos por segundo año consecutivo y, por lo tanto, en una situación de extrema debilidad política que en una democracia normal obligaría a convocar elecciones.

Sánchez no se atreve a detener a Puigdemont, como demostró en agosto, pero tampoco se atreve a criticarle ni a molestarle. Toda la cobardía que muestra con el prófugo se vuelve descaro para atacar al PP. Con los independentistas, enemigos de España, pactos y guante de seda. Con el líder del PP y sus presidentes autonómicos, que respetan la ley y la Constitución, desprecio, insultos y ataques.

No sabemos qué le ofreció Santos Cerdán este fin de semana a Puigdemont. Lo que sí sabemos es lo que le ha ofrecido ya a los independentistas catalanes: amnistía y concierto económico. La primera, la amnistía inconstitucional, para comprar su investidura por siete votos. El segundo, el concierto también inconstitucional, para comprar la de Salvador Illa. Solo eso le convierte en el gobernante más corrupto de la democracia y también el más desleal con su país.