EDITORIAL
España sigue teniendo embajador en México, pero no en Argentina
Sánchez considera que atacar a su esposa es mucho más grave para España que despreciar a su Rey. Lo inexplicable e inaceptable es precisamente eso
En las últimas horas hemos conocido un agravio inédito del Gobierno de México a nuestro país. La presidenta, Claudia Sheinbaum, ha vetado la presencia del Rey en esa ceremonia aludiendo al descubrimiento y conquista de América y una supuesta obligación de España de pedir disculpas que, dice la política radical, Felipe VI no ha atendido. Y bien que ha hecho, claro.
La reacción desde la Moncloa ha sido tibia. Ha comunicado al Gobierno mexicano que si el Rey no está invitado no irá nadie del Ejecutivo y Pedro Sánchez, preguntando por este asunto, lo ha calificado como “crisis diplomática”, se ha limitado a decir que está “frustrado” por el comportamiento de un gobierno afín ideológicamente al suyo y ha añadido que es “inaceptable” e “inexplicable”.
Quizás hay quien piense que la reacción de Pedro Sánchez ante ese agravio al Rey ha sido acertada y suficiente, que no merece la pena sacar los pies del tiesto y tomar medidas más drásticas. Lo puede pensar mucha gente incluso, pero no el propio Pedro Sánchez ya que en situaciones menos graves tomó decisiones más tajantes y contundentes.
Por resumir, a estas horas España mantiene a su embajador en México, pero no en Argentina. Recordemos que el pasado mes de mayo, Pedro Sánchez decidió retirar a la embajadora española en Buenos Aires debido a que el presidente de ese país, Javier Milei, llamó corrupta a Begoña Gómez. Es decir, Sánchez considera que atacar a su esposa es mucho más grave para España que despreciar a su Rey. Lo inexplicable e inaceptable es precisamente eso.
Begoña Gómez oficialmente no es nadie, no representa a nadie ni tiene ningún papel de ningún tipo por ser la esposa del presidente del Gobierno. Felipe VI es el jefe del Estado, representa a España y a los españoles, a todos los españoles. Pero eso a Pedro Sánchez le da igual. En su cabeza sólo caben buenos y malos, según su ideología. Milei es malo porque, dice aquí la izquierda, es un presidente de extrema derecha. Y aprovecha la mínima excusa para atacarle de mena frontal.
En cambio, Claudia Sheinbaum, una “progresista”, tal y como la define Pedro Sánchez, es buena por naturaleza y ante una crisis no se actúa igual ante un facha que ante alguien de izquierdas. Lo mismo se podría decir de Nicolás Maduro, un socialista autoritario, pero socialista al fin y al cabo, con el que Sánchez no tiene ni la mitad de contundencia que con Milei. De hecho, a estas horas, también seguimos teniendo embajador en Caracas. Por cierto, visto lo visto, visto el papelón del diplomático con el chantaje a Edmundo González, hubiera sido mejor no tenerlo.