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ENFOQUES DEL DIRECTOR

La amnistía y el catalán complican la legislatura a Pedro Sánchez



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No hay día en el que Pedro Sánchez no aparezca de manera directa o indirecta sobre el terreno de juego enfangado. Este lunes hemos conocido dos hechos que ponen de manifiesto la podredumbre del Gobierno. Uno es muy relevante y está en todas las portadas: el Tribunal Supremo ha confirmado que no aplicará la amnistía al ex vicepresidente catalán, Oriol Junqueras, por malversación. A sus problemas con Junts por ese mismo motivo se pueden sumar ahora nuevos problemas con ERC. Veremos.

Pero más allá de eso, el hecho en sí nos recuerda una vez más cómo Pedro Sánchez utilizó esa ley de amnistía para comprar su investidura, una ley que hasta él mismo y sus ministros calificaban de inconstitucional. Pura corrupción política que le sirvió para mantenerse en La Moncloa, pero que se le empieza a torcer, a volver en contra. Porque Puigdemont primero y ahora Junqueras están experimentando en sus propias carnes cómo Sánchez firma cheques sin fondos. El de la amnistía no han podido cobrarlo. Tampoco, por ejemplo, el del traspaso integral a Cataluña de las competencias de inmigración.

Y tampoco ha podido cobrar otro cheque, otra promesa: convertir al catalán en idioma oficial en la Unión Europea. Junts lo calificó en su momento como "prioridad absoluta", pero la realidad es que, permítanme la expresión, la Comisión Europea le ha dado un corte de mangas al Gobierno español. Ya hay más que suficientes idiomas en esa Torre de Babel en la que se ha convertido la Unión como para meterle tres idiomas más, porque tendrían que ser tres, no una: catalán, euskera y gallego. Eso cuesta un riñón, por si fuera poco: se calcula que unos 130 millones de euros al año.

Este asunto del catalán como idioma oficial en la UE es el otro del día en el que vuelve a aparecer la sombra alargada y siniestra del Gobierno. Sánchez quiere aprobar los presupuestos a toda costa y para eso necesita convencer a Junts, a Puigdemont, que como decíamos está cansado de recibir cheques sin fondo. Eso explica que el ministro Albares, este lunes, haya dejado entrever que puede llevar ante el Tribunal de Justicia de la UE (TJUE) la oficialidad del catalán, el euskera y el gallego para tratar de imponérselo por las malas a los 27. Evidentemente esto es como lo de los pinganillos en el Congreso. No es que al Gobierno le despierte repentinamente un interés loco el catalán, es que tiene que contentar a Puigdemont, ahora para que le vote los presupuestos. Y en realidad los presupuestos tampoco le interesan demasiado en sí mismos sino como salvoconducto para agotar la legislatura. Como siempre, a Pedro Sánchez solo le mueve un interés: el propio Pedro Sánchez.