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ONVRE DECONSTRUIDO

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Revuelta a la Revolución

Me da a mí la espina de que la operación llevada a cabo con el programa La Revuelta no es más que el uso de recursos públicos para contraprogramar a El Hormiguero

Broncano Vs Motos

Broncano Vs Motos

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Ahora que han pasado unos días, podemos hablar del tema con cierta perspectiva. Pues bien… no sé por qué, ¡llámame loco!, pero me da a mí la espina de que la operación llevada a cabo con el programa La Revuelta no es más que el uso de recursos públicos para contraprogramar a El Hormiguero, líder indiscutible en su franja horaria, donde —¿cómo se les ocurre?— no rinden pleitesía a su Pedrosidad.

Creo que todos lo pensamos, pero… ¿cómo puede ser que solo incomode a media España? Ayyy, amigo… Puede ser porque, aceptémoslo, a muchos ya no les importa lo lícito o ilícito, lo moral, reprochable, legal o ilegal… A muchos ya lo único que les importa es imponerse a la otra media España.

¿Y a qué se debe semejante despropósito? Pues este fenómeno de polarización, que permite al gobierno hacer y deshacer mientras el pueblo se enfrenta a sí mismo, es fruto, precisamente, de operaciones como la llevada a cabo con el programa La Revuelta. Dejamos así el argumento mordiéndose la cola como una bonita pescadilla de 17€ el kg.

Me explico:

No pasó desapercibido el error de bulto que cometió Pedro Sánchez en su discurso de investidura. ¡Es que el tío se autoproclamó el muro ante la oposición! Y claro… lejos de evocar esa imagen fuerte y heroica que pretendía, se le escapó aquello que todo socialista ansía. A muchos nos vino a la memoria el recuerdo gris del Muro de Berlín.

Porque más de un siglo después de la Revolución Rusa, cuya sombra se extendía en la Alemania socialista al este del Muro, aún podemos percibir el desagradable aroma que subyace bajo toda arenga ‘progresista’: es ese viejo concepto de revolución.

Revolucionar significa girar o ‘dar la vuelta’ y, para dar la vuelta a la tostada, a la fuerza, esta debe tener dos caras —dos polos—. Y puestos a decir perogrulladas, en el proceso de dar la vuelta, lo que estaba arriba pasa a estar abajo y lo que estaba abajo pasa a estar arriba.

Esa polaridad arriba-abajo, opresor-oprimido, genera la tensión o diferencia de potencial necesaria para que el motor de revolución de la máquina socialista funcione.

De ahí la necesidad imperiosa de mantener al pueblo tensionado y enfrentado, porque en una sociedad próspera, tranquila y sosegada, el socialismo, sencillamente, no tendría de qué alimentarse. ¿A cuenta de qué dejaríamos que nos saquearan de este modo?

Es por ello que no dejan pasar un segundo sin decirnos que somos terriblemente injustos, machistas, homófobos, racistas, que debemos avergonzarnos de nuestra historia y que escupimos fango y bulos que contaminan y ofenden a la Pacha Mama. Pero ¡tranquilos!, que aquí están los socialistas para enmendar nuestros pecados con constantes y letales revoluciones de todo tipo. Lo llaman justicia social.

Que Amancio dona unas máquinas para el tratamiento del cáncer. ¡Pero cómo se atreve! ¿Acaso la sociedad puede ayudarse a sí misma? ¡De eso nada! El dinero del ciudadano debe estar a buen recaudo, bajo la administración socialista —lo siento, no puedo evitar reírme— y serán ¡ellos! los que harán con él eso de la justicia social.

Volvamos por un momento al muro que Sánchez se ha empeñado en erigir. Levantar muros no tiene por qué ser malo. Los muros protegen nuestras casas y, no hace tanto, protegían nuestras ciudades del enemigo exterior, confiriendo a la ciudad unidad, entidad e identidad.

Sin embargo, en el marco socialista el enemigo siempre está en el interior. Hay que destruir los muros que rodean la ciudad y, con los cascotes, levantar uno que divida a la ciudadanía en dos. Los cañones, antes orientados al exterior, apuntarán ahora a su propia gente para que no escape de ese pedacito de cielo en la tierra que el socialismo siempre ha procurado para su pueblo.

Desenterrar el espíritu de las dos Españas

Por ese motivo, destinan tanto tiempo y dinero a desenterrar el espíritu de las dos Españas; se están empleando a fondo para reconstruir ese muro interior, del que solo quedaban restos ruinosos. ¿Y sabes quién financia la siniestra obra? Sí, tú.

Ahora es más fácil entender el porqué, de manera perturbadoramente dosificada, van reabriendo las viejas heridas; a veces, de la forma más visceral posible, llegando incluso a mostrar los huesos encima de la mesa. Debido a esa necesidad de mantener las heridas sangrantes, la izquierda española es particularmente nociva. Requiere la división y el enfrentamiento para subsistir.

Era el profeta Isaías, como si ya se oliera la venida de Pedro el Ungido, quien anunciaba que “los malvados son como el mar agitado, que no puede estar en calma y cuyas olas arrojan fango y lodo”. Esa es la verdadera máquina del fango y del lodo a la que el socialismo arrastra irremediablemente al pueblo que gobierna: un mar agitado que no debe estar en calma, una sociedad en tensión permanente, tensión que tiene como único objetivo que el propio socialismo tenga cabida en ella.

Toda circunstancia que no polarice es una ocasión perdida. Vivimos en un tiempo donde la política ya todo lo permea. Es imposible escapar: ahí está cuando enciendes la tele, cuando escuchas música, cuando vas al teatro, cuando intentas disfrutar de una película en el cine. En la España del avance, es imposible relajarse sin que te metan la papilla ideológica por el gaznate. ¡Si uno ya no puede disfrutar tranquilo de un partido de fútbol sin verse envuelto en una revolución Me Too, Black Lives Matter o sin que aparezca Pedro Sánchez travestido de comentarista deportivo! ¡Que vemos el fútbol para olvidarnos de ti, Antonio! ¿Ni ese respiro nos vas a conceder?

(Foto de ARCHIVO)

Gabriel Rufián, en la tribuna del Congreso de los Diputados.

(Foto de ARCHIVO) Gabriel Rufián, en la tribuna del Congreso de los Diputados.A. Perez Meca

Es en ese contexto donde encaja como un guante la operación La Revuelta:

Con la misma ironía que el destino guarda para Rufián, Peinado, Gusano o Marichalar, el ‘comandante revolucionario’ —rebozado en dinero público, eso nunca falla— no se llama Sosegano, ni Tranquiliano, ni Reconciliano. No, no… se llama Broncano, el tío.

De ningún modo es casualidad, tampoco, que revuelta y revolución compartan la misma raíz latina, revolvere —girar o dar la vuelta—, ya que se trata exactamente de eso: de crear esa diferencia de potencial, de tensionar para conseguir esos dos polos bien diferenciados y hacer que el motor socialista siga dando vueltas y revueltas, levantando así otro pequeño muro que divida un poquito más a la sociedad.

Ahora, encender la tele ya no es un mero entretenimiento; es todo un gesto político. ¿Tú de quién eres? ¿De Broncano o de Motos? Recuerda que ya no eres un simple televidente, eres otro auténtico activista político de chichinabo.

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