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EDITORIAL

Sánchez no hace prisioneros y corta la guerra civil del PSOE por lo sano

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez

El presidente del Gobierno, Pedro SánchezCarlos Lujan

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El secretario general del PSOE de Castilla y León, Luis Tudanca, lleva seis años riéndole las gracias a su jefe. Como el resto de barones autonómicos ha tolerado e incluso apoyado de manera activa todas y cada una de las líneas rojas que ha ido saltándose Pedro Sánchez, lesivas para España y para los intereses de los castellanos y leoneses. La última, el concierto económico con Cataluña. Ante semejante agresión a los ciudadanos, su posición no pasó de un leve carraspeo que duró un día. 

Esa lealtad mal entendida al líder no era correspondida por Sánchez. Era evidente que los planes del partido en Madrid pasaban por relevar a Tudanca en unos meses. Sánchez convocó el Congreso Federal para ser aclamado y reelegido allí al estilo norcoreano y luego debían celebrarse Congresos regionales del partido para renovar las direcciones. 

Tudanca sabía que ahí es donde Sánchez iba a cortar su cabeza y decidió desafiar al líder, no por el interés de sus conciudadanos sino por el suyo propio. Así que, en contra de los deseos explícitos de Ferraz, deicidio abrir un proceso de primarias en el PSOE de Castilla y León sin esperar al Congreso Federal de noviembre.

Pero torcerle el brazo a Pedro Sánchez no es fácil. Ferraz ha cortado por lo sano: suspendidas las primarias porque lo digo yo. Y punto. Tudanca ha experimentado en sus propias carnes lo que es el sanchismo. ¿Qué esperaba del hombre que usa la Fiscalía y la Abogacía del Estado para defender a su esposa? ¿No imaginaba que iba a utilizar los órganos internos del partido para machacarle de manera autoritaria aunque la decisión vaya contra los estatutos del PSOE? 

De Sánchez nadie se puede fiar. Es un tipo que ya ha demostrado que no entiende de lealtades y que solo se mueve velando por su interés general. Tudanca es un peón más que sacrifica sin pestañear si le molesta lo más mínimo en su estrategia para ganar la partida de ajedrez, es decir para conservar el poder. 

En el pecado lleva la penitencia Tudanca. Su complicidad con Sánchez tiene un coste: morir a manos del propio Sánchez. Da hasta un poco de pena.

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