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Onvre Deconstruido

Trasposición etarra

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¿Por qué sigues? Chico… si ya lo has conseguido, has llegado a lo más alto de la pirámide trófica, eres el puto amo; el ‘Pedrosanchus Rex’. ¿Por qué sigues por esta senda? ¿Por qué no retirarte tranquilamente con tu paga vitalicia y tus puertas giratorias? - Por favor, que alguien ofrezca a este hombre una puerta giratoria que centrifugue hasta que le salgan los billetes por las orejas… en Ganímedes, a poder ser - . ¿Por qué no hablas con Zapatitos? ¡Parece que le va muy bien! La falacia del diálogo es una mina (de oro, dicen las malas lenguas).

Sigues y sigues porque no hay nada comparable a la sensación de doblegar a todo un país. No son solo unas decenas de millones de personas; es un precioso trozo de la historia de la humanidad en la palma de tu mano.

Un calor sube por las piernas, el vientre, hasta el pecho, expandiendo un cosquilleo por todo el cuerpo, poniendo la piel de gallina y los pelos de punta…Cierras los ojos, frunces los labios, dejando ir poco a poco el aire en un sombrío, sostenido, sonoro soplido… Ssssssssssss.

Piensas con indescriptible placer que nadie como tú ha sido capaz de buscarle las vueltas al sistema para transformar el servicio a España en servirse de todo un país para alcanzar esos segundos de éxtasis solo reservados a las ‘más grandes’ figuras de la historia. Ssssssssssss.

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, tras las puertas de Moncloa.

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, tras las puertas de Moncloa.Alberto Ortega / Europa Press

Parece ser que el mal ya está hecho. Solo queda lo que queda cuando metemos la pata hasta el corvejón: que no sea en vano, que sirva para el futuro. Y creo que, irónicamente, este error podría resultar beneficioso; podría cambiarlo todo.

En un movimiento digno del Mossad, introduciendo pequeños explosivos en los dispositivos de comunicación, Pedro Sánchez, en perfecta sincronía con Yolanda Díaz, consiguió que la oposición aprobara una reforma judicial aparentemente inocua que escondía un explosivo que detonó unas semanas después, trasponiendo por la puerta de atrás una directiva etarra.

Al llegar a La Moncloa, cierra los ojos, aprieta los labios… Ssssssssssss. Soy el Presidente de España… yo soy el presidente de España… Ssssssssssss. Pero, a pesar del éxito de la operación, quizá haya cometido un error.

La treta no solo se la ha colado a la oposición. Se la ha colado a España entera. Absolutamente nadie —políticos, periodistas, abogados, politólogos ni todólogos— se había dado cuenta. Parece ser que solo una periodista de El Confidencial, tiempo después, advirtió que ese texto llevaba oculto un explosivo.

Pedro Sánchez ha violentado a más de 40 millones de almas metiendo el dedo en una herida que a España aún le duele, herida que Zapatero dejó oculta bajo un vendaje que la mantiene húmeda y abierta. Esta jugada no creo que le guste ni a sus propios votantes.

Con el error de la oposición se abre una pequeña ventana que da a un futuro que ayer parecía imposible. Sería imperdonable que no la aprovecharan reaccionando y enmendando así esta dejación de funciones al votar como quien da un ‘me gusta’ a un artículo tras leer solo el titular.

Pedro Sánchez, efectivamente, pasará a la historia, pero aún estamos a tiempo de que sea de una forma que no desea. Él no es un presidente más, no es un político como cualquier otro. Si alguien puede llevarnos a Venezuela, sin duda es él. Sánchez escudriña como nadie las juntas de nuestro sistema, sus límites y resquicios, y está dispuesto a llegar donde nadie ha llegado, estirando las costuras de lo legal hasta colarse por una de ellas sin desgarrarla del todo.

Lo que acaba de hacer es demasiado grave. Ha evidenciado que la amenaza es real, que estamos en un extremo. Ya no caben medias tintas; si esperamos a heredar el poder, no quedará nada que heredar.

Pedro Sánchez no es el presidente del Partido Socialista; es el líder de un nuevo frente popular. Hoy ha quedado demostrado y ya no es momento de bailes exóticos suplicando a sus votantes que se pasen al ‘lado bueno’. Con esta última artimaña, ha quedado más claro que nunca qué es a lo que nos enfrentamos. Un único partido jamás logrará arrebatarle el poder al nuevo frente. Solo cabe configurar otro, constitucional y patriótico, e ir a la batalla frontal. Porque sí, hay una batalla, aún más trascendental, que podemos y debemos ganar: la batalla de la legitimidad -no solo de lo justo, también de lo ético y moral-.

Manifestantes en una protesta contra Pedro Sánchez en la Puerta de Alcalá, a 26 de mayo de 2024, en Madrid.

Manifestantes en una protesta contra Pedro Sánchez en la Puerta de Alcalá, a 26 de mayo de 2024, en Madrid.Alberto Ortega / Europa Press

Cada acercamiento al autócrata, cada intento de apropiarse de sus políticas o de utilizar sus armas ideológicas, cada gesto al socialismo es el peor de los errores; es legitimarlo. ¡Juntemos los escudos! Ni un solo voto a una iniciativa socialista, ni un solo gesto de acercamiento a la izquierda. Esta batalla jamás se ganará por el centro, porque debido al corrimiento al rojo, el centro debe andar ya por la zona del espectro que antes ocupaba Zapatero y su fiscal general, Pumpido.

Ganaremos esta batalla reagrupándonos en nuestro terreno ¡en la derecha! Defendiendo principio a principio, premisa a premisa. Solo hay que arrebatarle esa pátina chinosa y plasticosa de legitimidad barata. Aún estamos a tiempo. Si empezamos hoy, en dos años llegarán los votos. ¿Cómo estoy tan seguro? Porque en ese lado tienen la ventaja, pero en este tenemos la razón. Olvidémonos de querer robarles esa ventaja y reagrupémonos en la verdad y la razón. Al socialismo ¡ni agua!

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