LA MIRILLA
Sánchez, empujado a la cuestión de confianza
¿Qué hay de lo mío? Aliados, socios y otros conseguidores, miran a Ferraz y, sobre todo, a La Moncloa y, viendo próxima la caída del sanchismo, buscan el modo de evitar que un derrumbe estruendoso les deje sin comerse la parte del pastel comprometida pero que está pendiente de cobro. Con todo, saben que la corrupción que cerca al PSOE y hunde a Pedro Sánchez, según avancen los días, va a manchar también a todas aquellas formaciones que más se han implicado en mantenerlo en el poder. Así que las prisas por cobrar acucian. La ansiedad es palpable.
Yolanda Díaz, cada vez tiene más complicado explicar a sus bases que va de la mano de un PSOE al que los escándalos le asaltan a diario. Podemos, más distante, les aprieta. Igual le ocurre a Junts y al PNV, partidos independentistas-nacionalistas, sí, aunque con electorados de centro derecha que se interrogan de modo descarado cómo sus líderes mantienen un cierre de filas con alguien que apesta a podredumbre. Incluso ERC, por más que esté inmersa en un proceso de renovación interna, se ve imposibilitada para explicar a sus afiliados que están jugando con quienes se han pringado con corruptelas sórdidas. Todos se embarcaron en un proyecto de suma de fuerzas ideológicas dispares que se derrumba de modo inexorable. ¿Por higiene democrática? No cuela ya. Llega la hora en la que cada palo aguante su vela.
Alberto Núñez Feijóo no puede hacer una moción de censura. Los aliados de Sánchez no apoyarían al PP este momento. Sería darle oxígeno a Sánchez. Si bien las condiciones políticas han cambiado mucho desde hace unos meses. El presidente del Gobierno perdió las elecciones. Y ahora no cuenta con una mayoría parlamentaria que le apoye sin dudas. España no puede seguir sometida a la inestabilidad política actual, que seguirá aumentando además. Solo queda presionar al “Gran Timonel” socialista a que demuestre tener apoyos suficientes para que la legislatura siga adelante. La cuestión de confianza en el Congreso de los Diputados es la única salida que tiene.
A. M. BEAUMONT