EDITORIAL
La vivienda como cortina de humo de Sánchez: una corrupción como una casa
Sus promesas sobre vivienda no eclipsan el escándalo de corrupción que nos desayunamos cada día. Begoña, el hermano, el caso Ábalos y la ley Txapote, que también es corrupción, pero en este caso política
Pedro Sánchez anda buscando a la desesperada cómo desviar el foco de la actualidad que ahora mismo está fijo sobre él y la presunta corrupción que afecta a su Gobierno, a su partido y a su propia familia. Por eso ha sacado de la chistera el conejo de la vivienda, pero no cuela. Es demasiado obvio.
El principal problema es que es un conejo de peluche, de mentira como casi todo lo que hace y dice, porque sus propuestas son de segunda o tercera mano. Sánchez anuncia una partida de 200 millones de euros en bonos para alquiler joven, que es la misma medida que lleva anunciado varios años. Nada nuevo. Reciclaje apresurado, a ver si cuela.
Lo cierto es que no cuela no porque el asunto de la vivienda y el alquiler no sea importante, que lo es y mucho, sino porque ha perdido toda credibilidad también en este tema. Lleva años prometiendo la construcción de decenas de miles de viviendas públicas que nunca se construyen y, ajeno a esa realidad, sigue hablando del problema como un mesías que acaba de llegar al Gobierno.
En cualquier caso, aunque Sánchez fuera capaz de saltarse todos esos obstáculos y lograra que sus seguidores le creyeran, sus promesas sobre vivienda no eclipsan el escándalo de corrupción que nos desayunamos cada día. Begoña, el hermano, el caso Ábalos y la ley Txapote, que también es corrupción, pero en este caso política.
Sánchez tiene encima una presunta corrupción como una casa de grande. Y eso no se tapa con anuncios improvisados ni promesas estériles. Va a tener que probar con Franco o recurrir a otra carta a los ciudadanos o a otro encierro en la Moncloa. Y probablemente ni por esas. La mayoría de los españoles han calado ya al personaje y van a celebrar el día que caiga, porque caerá, por todo lo alto.