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DANA

Relato del terror

Nada de lo que has visto ni oído de la DANA es comparable con la sensación de estar ahí. Mi camino por Albal, Massanassa, Catarroja y Benetússer entre el silencio, la oscuridad, el barro, las sirenas y la desesperación

La única foto que saqué de la DANA. No me atreví a más.

La única foto que saqué de la DANA. No me atreví a más.

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Olvida todo lo que has visto. Todo lo que has oído. Todas las imágenes y vídeos que te han pasado de la DANA de Valencia. Verlo ahí, en las calles llenas de barro, es diez veces más horrible. No hay palabras para describirlo, la sensación en el ambiente, el silencio interrumpido por las sirenas, la oscuridad y el propio olor. Todo te invade y te provoca un escalofrío. No me atreví a hacer ningún vídeo, sólo dos o tres fotos, sentía que los muertos me observaban y les debía respeto.

El viernes 1 de noviembre me desplacé hasta la localidad de Albal a entregar un cargamento de alimentos y productos de primera necesidad. Después de ver la inmensa ola de solidaridad, me encaminé hacia dentro, hacia Massanassa, Catarroja, el barrio de Orba en Alfafar y llegué hasta Benetússer por la columna vertebral del que era el antiguo camino real de Madrid que une a estas localidades.

El panorama era directamente como el de un tsunami, como el de Lo Imposible. Era ya de noche y en muchas zonas no iba la luz y no veías a nadie, sólo barro, escombros y multitud de coches y de cañas amontonados. Un escenario que parece sacado de las peores pesadillas del creador de Silent Hill. Como esas imágenes de Pripiat, la ciudad que fue abandonada tras el accidente de Chernóbil y ha quedado detenida en el tiempo. Sólo que aquí el tiempo se detuvo tras la destrucción.

En nuestro camino, grupos de gente repartiendo comida, algunas personas llenas de barro que volvían a sus casas, y tristemente sólo vehículos y agentes de la Guardia Civil y Policía Local. Coches de bomberos achicando agua de garajes -con el temor de que dentro hubiera lo que todos imaginamos-, alguna furgoneta de UME y nadie del Ejército. Nadie en nuestro paso por cinco poblaciones. Decía la gente que alguno había estado por la tarde, pero la sensación de abandono de la población es inmensa. Ninguna campaña del Ejército, nada. Si Margarita Robles hubiera pisado la escena con sus tacones habría llamado a 10.000 militares a los cinco minutos

Si el panorama sobrecoge, los testimonios escuchados por las personas in situ todavía más. Nos contó un matrimonio que el hombre fue arrastrado por la riada de Benetússer hasta Alfafar, logró volver por encima de los coches y llegó a ver cadáveres a su paso. La mujer relataba que la chica del bar de abajo, de 12 años, fue arrastrada y su cuerpo apareció en las vías de Alfafar. Había montañas de coches apilados en los que no se había mirado abajo ni se había retirado nada. “Espero que vengáis con el forense porque ahí abajo habrá varios cadáveres”, sin palabras que contestar.

A la vuelta hacia el coche un señor nos cuenta que no tiene qué comer y ha entrado en un supermercado arrasado por la DANA a coger latas de conservas. Nos las enseña y nos dice que no es un ladrón pero que la Policía lo quería detener. Ves alguno más entre las calles oscuras, esperando el momento del pillaje. “La joyería de aquí al lado la saquearon en seguida y había gente con radiales intentado abrir los cajeros”. Efectivamente, en la joyería comprobamos que sólo queda el cartel. Cansados, volvemos a casa con una sensación en el cuerpo que nos acompañará hasta el día de nuestra muerte. 

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