Cañas y barro
No han sabido estar a la altura, ni los de Valencia ni los del Gobierno de la nación; y es aquí donde radica el problema, en nuestros políticos, que, salvo rarísimas excepciones, nunca ganan las elecciones ni, por lo tanto, están donde están, por méritos propios sino por demérito del anterior, lo que les obliga a vivir más pendientes de que el de enfrente meta la pata que de no meterla ellos.
Alegan unos y otros que tiempo habrá cuando acabe todo esto, de pedir responsabilidades. No es cierto. Siempre se dice, pero nunca se hace. Y en este caso menos, porque todos tienen su ración de culpa: Mazón por no pedir ayuda desde el minuto uno, seguramente porque pensó que era una humillación reconocer que no era capaz de afrontar la situación sin la ayuda de un gobierno del PSOE, y Sánchez por no declarar el nivel 3 de alerta en cuanto se vio la magnitud de la catástrofe, probablemente porque eso implicaba responsabilizarse de una crisis con muchos muertos por medio que, se haga lo que se haga, siempre va a recibir críticas a manta.
Y sí…yo también he sido de las que se preguntaban dónde estaba el Rey cuando la incompetencia de ambos empezó a visibilizarse como un peligro público. La respuesta la hemos tenido este domingo cuando ha aguantado los insultos y el bombardeo de cañas y barro de los afectados sin salir con el rabo entre las piernas como sí ha hecho Sánchez.
Felipe IV no podía hacer más que lo que ha hecho: poner a disposición del Ministerio del Interior y del Ministerio de Defensa su Servicio de Seguridad y a la Guardia Real para colaborar en las tareas de rescate, y estar con las víctimas a pie de calle. Y eso le honra tanto como deshonra llevan quienes, ante una catástrofe de la magnitud de la que se vive en Valencia, han optado por mirar más por su propio culo que por el de los ciudadanos a quienes prometieron servir.