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José Sánchez / Acción Liberal

El Estado no ha estado en Valencia

Varias personas durante la limpieza de Sedaví, a 5 de noviembre de 2024, en Valencia.Eduardo Manzana / Europa Press

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Acabamos de vivir la mayor tragedia natural de nuestra historia. Una catástrofe que se ha llevado por delante la vida, los sueños y los seres queridos de ciento de personas.

No voy a valorar si se subestimó la información, si realmente no se podía prever o si las decisiones fueron las adecuadas. Eso es algo que se tendrá que tratar más adelante una vez superada la fase del caos, y a poder ser, en un tribunal de justicia. La vida es el bien más preciado que tenemos y cuando la acción o inacción de alguien provoca muertes que se podían haber evitado, los responsables han de justificar sus actos delante de un juez.

Me voy a centrar en el día después o más bien días después, por no decir casi semana posterior. Tampoco entraré a valorar si lo prioritario después de la destrucción era enchufar a los amiguetes en RTVE. Voy a hablar de la respuesta del Estado, aunque la palabra "respuesta" le queda demasiado grande porque quien de verdad ha respondido es la sociedad civil y no las Administraciones públicas.

Voluntarios en Sedaví.Eduardo Manzana / Europa Press

En teoría, el objetivo del Estado es proporcionar unos servicios a la sociedad, sobre todo a aquella parte de que no puede permitírsela por sus propios medios. Para financiar estos servicios públicos nos obligan a pagar ingentes impuestos a ayuntamientos, comunidades autónomas y gobierno central. 

Qué mayor justificación de la existencia de este ente extorsionador llamado Estado que en un momento como el actual con miles de personas que han perdido sus propiedades, sus negocios, sus trabajos y sus libertades más primarias como es la capacidad de movimiento o el acceso a los bienes de primera necesidad. De manera transitoria estos ciudadanos ven limitadas sus posibilidades de subsistencia hasta que se consiga restablecer la normalidad y le piden al Estado que todo eso que le han quitado a punta de pistola ahora se lo devuelva.

Es el momento en el que los keynesianos agarran el tocho de 'La Acción Humana de Mises' y nos lo estampan en la cara a todos los liberales, y sobre todo a los libertarios, diciendo: "¡Veis, lo nuestro funciona! Tenemos razón, lo vuestro es solo teoría". Por desgracia miles de compatriotas están comprobando de la forma más cruel en sus carnes la gran mentira que es el colectivismo.

En los últimos años hemos vivido tres hechos que ni la persona más imaginativa de este país se hubiera planteado. Tres sucesos que Taleb denominaría “cisnes negros”: COVID-19, tormenta Filomena y Dana en el levante. El mayor gasto de las Administraciones públicas es la sanidad, pero ¿quién dio respuesta para proveer de vacunas a la población en tiempo récord? Las empresas privadas. Durante la mayor nevada que se recuerda ¿os acordáis quién quitaba el hielo y hacia caminos por los que transitar? Tu vecino con una pala. Y ¿qué está ocurriendo ahora con la Dana? Lo mismo.

Siempre salimos adelante con reacción privada y no pública

El Estado elefantiásico que tenemos ha sido incapaz de dar una respuesta rápida, eficaz y eficiente a una de las situaciones que más urgencia requiere. Tenemos un gigante con pies de plomo que para dar el más mínimo paso tarda una eternidad y, cuando ese tiempo cuesta vidas demuestra que su existencia -o al menos la función que tiene ahora mismo- puede no tener tanto sentido.

Los únicos que han estado a la altura en este terrible suceso han sido los individuos, la sociedad civil, lo que el Estado meramente considera contribuyentes. Estos han cogido unas botas, unos cepillos, han hecho unas compras de suministros básicos y se han puesto a andar kilómetros a pie para ayudar a sus vecinos. Además, aquellos que se encuentran en otras provincias o comunidades autónomas se han organizado para recoger, transportar y enviar el material necesario a las zonas afectadas demostrando una mayor capacidad de acción que cualquier Administración pública.

Varios voluntarios llevan productos donados, en Lloc Nou, a 5 de noviembre de 2024, en Valencia.Carlos Luján / Europa Press

¿Qué es lo que ha hecho el Estado en este tiempo? Dar una respuesta tardía, limitar los accesos a quien va presencialmente a ayudar y abrir unas cuentas corrientes donde poder ingresar dinero. ¡Nos piden más dinero! No tienen suficiente con el que nos obligan a pagar con abusivos impuestos considerándonos un simple sujeto pasivo al que meter la mano en el bolsillo.

Los presupuestos de ayuntamientos, comunidades autónomas y gobierno central crecen año a año. Además, lo hacen muy por encima del IPC. Mientras que familias y empresas tienen que ajustar sus gastos a los ingresos, que son diluidos por el impuesto invisible de la inflación que crea y fomenta el propio Estado, ellos tienen gasto ilimitado. Es decir, quien te hace más pobre te pide el dinero que aún no conseguido quitarte porque ya se ha gastado la sustracción en otras cosas. Lo llaman redistribución de la riqueza porque redistribución de la pobreza tenía menos gancho.

Para terminar, el Estado ha demostrado una inoperancia que ha sorprendido a muchos y que ha retirado la careta de los defensores a ultranza del intervencionismo. El mito de que el robo legal institucionalizado está justificado para los momentos de máxima necesidad ha caído por su propio peso. Por desgracia, esto no es lo más grave, queda su fatal arrogancia, comportarse como el perro del hortelano que ni hace ni deja hacer. Ya que tu no haces nada útil, al menos no entorpezcas a quien sí lo hace.

No hay mayor espejo que la realidad, y, sino que se lo pregunten a los vecinos de la provincia de Valencia. Si el Estado no ha estado para que queremos Estado.