ELECCIONES EE.UU
America First (Europe Last)
Tras una campaña electoral extenuante, a veces sucia y con dos intentos de asesinato de propina, Donald Trump se ha erigido vencedor en uno de los triunfos electorales más impactantes de la historia estadounidense.
Aunque los ejes vertebradores de su campaña han sido la inmigración -que ha batido récords en la última legislatura- y la economía -con síntomas de claro agotamiento-, Trump además ha anunciado un giro radical en la política exterior de EE.UU. que afectará al resto de mundo. Los americanos también le han votado por ello. Algunos electores republicanos quieren asegurarse de que se acabará la espiral de guerras que debilita la posición de su país y que consideran ha generado la administración Biden.
Si nos atenemos a las declaraciones de Trump en campaña y a las informaciones de "fuentes cercanas" al nuevo inquilino de la Casa Blanca, las acciones de Trump podrían cambiar la dinámica mundial conocida en la última legislatura. Se busca un reajuste del posicionamiento de EE.UU. que obligará a maniobrar al resto de bloques. En cuanto a los conflictos palestino-israelís, Trump ha prometido acabar con la guerra en Gaza y en el Líbano. Parece que lo hará mediante un apoyo contundente a Israel y ejerciendo la "máxima presión" a Irán.
De todos es conocida la buena sintonía entre Donald y Benjamín. En su primer paso por la Casa Blanca, las políticas de Trump con respecto a Próximo Oriente pasaron por una firme posición proisraelí que probablemente se retome en los próximos meses. Los Acuerdos de Abraham entre países musulmanes e Israel, abandonados tras el ataque de Hamás en Gaza, retomarían impulso aislando a Irán y a su comparsa de guerrilleros/terroristas chiitas, mientras se imponen sanciones más estrictas a los ayatolas y se da mayor margen de acción a Israel.
Israel y Ucrania, dos estrategias diferentes
Se prevé una estrategia totalmente diferente en lo que al conflicto ucraniano se refiere. A estas horas Zelenski debe estar digiriendo la noticia de la victoria republicana que se traduciría en un entendimiento con Rusia para alcanzar un final pactado al que Ucrania no tendría más remedio que adherirse ante la posible retirada de apoyo financiero y militar por parte de EE.UU. Lo más probable es que los ucranianos deban ceder la mayor parte del territorio invadido.
Este enfoque permitiría una salida más que digna a Putin, que podrá vender el acuerdo como una victoria y que fortalecerá su posición adelantando sus fronteras y condicionando el futuro del resto de Ucrania. La entrada en juego de más de 10.000 efectivos norcoreanos en el frente es, entre otras cosas, una exhibición de la determinación rusa (y sus aliados) por luchar lleve el tiempo que lleve. Justo lo que el contribuyente americano no quiere oír.
El apoyo de EE.UU. a la OTAN también fue objeto de queja por parte de Donald Trump en su anterior legislatura. Sus declaraciones públicas acusando a Europa de vivir de la protección financiada por los norteamericanos augura, al menos, una mayor exigencia en el esfuerzo económico- conjunto para sostener la Alianza. Trump no ha dado muchas pistas de su posición con respecto a China, pero sí ha dejado claro que el foco de su política exterior estará puesto en el país asiático y en sus relaciones bilaterales con EE.UU.
En el pasado, Trump inició una guerra arancelaria que el COVID congeló y que en gran parte Biden continuó. Sin embargo, el nuevo presidente parece haber sugerido que un mayor entendimiento con los chinos podría favorecer a los americanos. Como verán, se prevé que Trump aplique su “America First” a las relaciones internacionales al margen de Europa y sus intereses.
El apoyo incondicional de los europeos a Ucrania para evitar la influencia rusa cerca de nuestras fronteras (también la Sur), el fortalecimiento de Israel como actor relevante en Oriente Próximo, Norte de África y Arabia, el adelgazamiento de la OTAN como paraguas de protección o la competitividad china en los mercados europeos, no son problema de Trump ni de los americanos, y nos va a obligar a reajustar- espabilar- nuestra política internacional.
Es hora de que Europa deje de empeñarse en construir su particular maraña de aranceles, directivas, normas, declaraciones y reglamentaciones internas, y potencie una política internacional conjunta que nos brinde una oportunidad antes de convertirnos en poco más que el parque temático de chinos, rusos y americanos.