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EDITORIAL

¿Debe dimitir Mazón? En todo caso un minuto después que Sánchez

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, y el presidente de la Generalitat valenciana, Carlos MazónEuropa Press

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Parece evidente, a la luz de lo que vamos conociendo, que todos los actores implicados en la alerta, gestión de la DANA y socorro posterior a los vecinos de las zonas afectadas pudieron estar mejor, bastante mejor. Solo los ciudadanos españoles han estado a la altura en todo momento. En cuanto a los políticos, es imposible poner a alguien como ejemplo. El veredicto de la gente parece que coincide bastante con esta apreciación, según vimos en Paiporta. Los Reyes, probablemente de manera injusta, Mazón y Sánchez recibieron la iras de los vecinos. Sánchez no era el salvador, probablemente fue el más vilipendiado y, por cierto, el único que huyó. 

Bajo esa premisa de que nadie actuó bien y que todos pudieron hacerlo mejor hay que juzgar la manifestación del sábado en Valencia. Si Mazón tiene que dimitir debería hacerlo a la vez que Pedro Sánchez. Ni un minuto antes. Lo contrario sería engañar a la gente y utilizar la tragedia nacional para sacar ventaja política, que es lo que este Gobierno ha tratado de hacer desde la misma noche en la que muchos pueblos de Valencia se ahogaban bajo el agua.

Mazón pudo cometer el ‘pecado’ de minusvalorar la amenaza, aunque es discutible porque los datos de la evolución de las lluvias y la riada se la facilitaban organismos nacionales como la AEMET y la CHJ, ambas dependientes del Ministerio para la Transición Ecológica que tiene mucho que explicar en esta cuestión. Se le puede acusar también de no haber pedido al Gobierno la declaración de la emergencia nacional desde el primer instante en el que se vio que la dimensión del drama superaba la capacidad de cualquier gobierno autonómico. 

El Gobierno, con Pedro Sánchez en la India, marcó desde la noche del 29 de octubre una estrategia, dejar a Mazón cocerse en su salsa, dando prioridad a ese escenario por encima del de salvar a los vecinos primero y ayudarles después. Por eso se planteó y se rechazó la posible declaración de la emergencia nacional, que habría obligado al ministro del Interior a asumir el mando de esta crisis. Si tan mal lo estaba haciendo Mazón, más motivo tenía Sánchez para asumir el mando, teniendo en cuenta además que la DANA afectaba a varias comunidades autónomas y que él es el presidente del Gobierno, es decir, la máxima autoridad en todo el territorio nacional. 

"Es nuestro momento", se leía en unas notas de la ministra de Igualdad en una reunión sobre la DANA. "Si necesitan más recursos que los pidan", resumía el presidente del Gobierno. Eso explica muy bien la estrategia de Sánchez. La prioridad en La Moncloa ha sido desgastar a Mazón. Esa es la realidad. "El Ejército no puede hacerlo todo", señalaba la ministra de Defensa, Margarita Robles cuando le reprochaban el ridículo número de efectivos que había enviado a la zona. De hecho hoy sigue siendo insuficiente la presencia del Ejército. Hacen falta más recursos públicos, unas carencias que están supliendo con sus manos miles y miles de voluntarios, muchos jóvenes de la ‘generación de cristal’, que están dando una lección de coraje y entrega al prójimo. 

A Mazón se le puede achacar incompetencia y falta de capacidad de reacción. Lo de Sánchez es peor. Además de esas dos mismas faltas se aprecia una clara mala fe. Ha actuado poniendo por delante su interés político al interés general. Nada nuevo, es marca de la casa, su seña de identidad. 

Por eso, pedirle a Mazón la dimisión sin que al menos un minuto antes se haya ido a su casa Pedro Sánchez es una injusticia manifiesta. El presidente de la Comunidad Valenciana no debe ser el chivo expiatorio de esta tragedia nacional y mucho menos el burladero detrás del que se esconde el presidente del Gobierno.