EDITORIAL
¡Qué tomadura de pelo! Sánchez pide aplausos y Begoña Gómez se ríe del juez Peinado
No estamos los españoles en estos momentos para que se rían de nosotros. La pareja presidencial está poniendo al límite nuestra paciencia.
España está para pocas bromas. No están los ánimos como para aguantar caprichos y veleidades de los políticos ni de sus esposas. Begoña Gómez se intenta reír del juez Peinado y de paso de la Justicia. Le ha comunicado que no irá a declarar al juzgado el día 18 porque se marcha a Brasil a la cumbre del G20 invitada por la primera dama brasileña. ¡Toma ya!
Mientras tanto, su esposo, Pedro Sánchez nos pide a todos que salgamos a aplaudir desde los balcones cada día a las 8 de la tarde por lo bien que el Estado está socorriendo a las víctimas de la riada del pasado 29 de octubre. ¡Se ríen de nosotros en nuestra propia cara!
Sinceramente, no estamos los españoles para que nos tomen el pelo. La pareja presidencial está poniendo al límite nuestra paciencia. Pedro Sánchez lejos de hacer autocrítica o pedir perdón por los errores, pide aplausos. Y su esposa se descuelga con que no le viene bien ir el día que le ha citado el juez porque ha decidido conocer mundo. Mientras los valencianos se ahogaban, ella hacía el indio en la India junto a su marido y ahora se marcha a Brasil, que es mucho más divertido que ir a Plaza de Castilla a aguantar al borde del juez Peinado.
A ambos les hace falta como el comer un baño de realidad, una bofetada de humildad que les recuerde que no son intocables, que son dos ciudadanos más
Lo malo es imaginar qué le pasaría a cualquier españolito de a pie si hiciera eso mismo. Si metiera la pata hasta el pescuezo en su trabajo y luego, en vez de disculpas pidiera aplausos a su jefe. O si le cita el presidente de la empresa a su despacho y él decide que no, que se va de puente, que ya si eso otro día.
En ambos casos esos dos trabajadores acabarían en el paro que es donde se merece ir pronto, lo antes posible, Pedro Sánchez. En su caso, sin embargo el matrimonio ‘monclovita’ se parte el pecho de risa porque se siente impune, flota por encima de la ley, de la responsabilidad política y de la vergüenza.
A ambos les hace falta como el comer un baño de realidad, una bofetada de humildad que les recuerde que no son intocables, que son dos ciudadanos más, uno que ejerce de presidente del Gobierno gracias a haber comprado su investidura a un prófugo con una amnistía inconstitucional y la otra una imputada que ha medrado a la sombra del éxito de su esposo, pensando que eso de las normas y las leyes no iba con ella.