De cristal a diamante: la juventud es soberbia
Sí, es cierto. Estos tipos nacidos a partir del año 2000 escuchan reguetón y música urbana, tonadillas que para las que nosotros, sus padres de la Generación X, tenemos que poner subtítulos porque no entendemos nada. Ellos llevan camisetas sin mangas y pantalones tan por debajo de la cintura que van mostrando los gayumbos, por lo que su estilismo, por decirlo finamente, es difuso. Ellas, soy un galán, siempre van guapas. Les llaman 'Generación de Cristal' por su fragilidad a la hora de enfrentarse a situaciones personales adversas. Pero esa Generación de Cristal está dando una lección excepcional de compromiso, de valor, de coraje y de solidaridad en la Comunidad Valenciana.
Me puso sobre la pista mi compañero Atila (discúlpenme que mantenga su nombre real en el anonimato, pero así me lo pidió), que se ha hartado estos días de vanagloriarles en X.com. "No son de cristal, sometidos a la presión han demostrado ser diamantes", tuitea sin descanso. Y es cierto. El ejemplo que está dando la juventud española arrimando el hombro tras el desastre de la DANA es maravilloso, a años luz del papelón de nuestros políticos patrios. Algo de lo que sentirse orgulloso. Yo lo estoy.
Realmente no es exactamente como cuenta Atila, el cristal no se transforma en diamante. Me avisó otro extraordinario amigo, Iñigo Pérez-Baroja, el decano del Ilustre Colegio de Químicos de Madrid. Lo que se transforma en esa piedra preciosa es el grafito, por el efecto de la presión y temperaturas extremas. Yo soy de letras, así que en cosas químicas él es mi gurú y lo que diga va a misa. No puedo osar rebatirle porque, sinceramente, aún no entiendo cómo aprobé Química en su momento porque no recuerdo absolutamente nada, sólo el nombre de la profesora (Marisa Rancaño, esto va por mi cole, el Liceo Anglo Español). Pero esta vez, estos chicos "de cristal" han demostrado que la química, en los humanos, va por otro lado. Son diamantes. No lo duden.
Mire usted por donde mire, en todas las conexiones televisivas, siempre hay chavalería. Limpiando, transportando, ayudando, descargando, recolectando, reconfortando, poniendo su escaso dinero en ayudar a quien lo necesita. El pasado sábado, me sorprendí al pasar cerca de una famosa discoteca madrileña al lado de la Plaza de los Delfines a las dos de la mañana y encontrar un porrón de veinteañeros en la acera. No era un botellón (de cristal), estaban esperando la llegada de unos autobuses (conté cuatro), se montaron en ellos y se marcharon a pasar el domingo arrimando el hombro en Valencia para regresar en la noche y el lunes, volver a sus ocupaciones. Puro diamante.
Prometo no volver a dudar de ellos. Prometo no volver a sugerir que su educación de ahora es peor que la nuestra. Incluso prometo no taparme los oídos cuando escuche a J. Balvin o a JC Reyes. Esa monstruosa exhibición de solidaridad, de humanidad, es una bendición. Tengo dos hijas de esa Generación de Cristal y sabia que eran diamantes. Pero lo son, lo sois, todos. De parte de un vejestorio, gracias por lo que estáis haciendo por quien lo necesita. Nuestro futuro está en buenas manos, aunque ellos se empeñen en enseñarnos los calzoncillos.