LA MIRILLA
El Rey, la Reina, el general y los políticos
El malestar es tan amplio con la clase política y su descrédito tan profundo, que Carlos Mazón ha debido huir de nombrar un político al uso como vicepresidente y ofrecerle el cargo a un militar. A un teniente general. Importa poco su nombre, en realidad, se ha buscado el prestigio del uniforme del Ejército. Aunque Francisco José Gran Pampols tiene méritos sobrados y enorme experiencia en su carrera para afrontar la ingente tarea de recuperar las condiciones de vida de la zona afectada, mirando a los ojos a las personas que más han padecido y padecen la tragedia.
Contrasta el precipicio por el que se han despeñado los políticos y el descalabro que ha sufrido su prestigio, por no estar a la altura en el momento en el que las instituciones deben ser ejemplares, con el alargamiento de la figura de los Reyes Felipe y Letizia. En la situación más convulsa han sabido dar la talla. Así lo está reconociendo la gente que, sin embargo, censura sin paliativos las dejaciones y desistimientos de la Generalitat Valenciana y del Gobierno que reciben la censura y el reproche más absolutos.
Tiempo habrá, espero sea pronto, de pasar factura a quienes ante una catástrofe de las características de la DANA, por torpeza, incompetencia e incumplimiento, se han ganado la amplia reprobación de los ciudadanos y el deseo de verles pagar su total irresponsabilidad que tanta muerte, dolor y destrucción han causado. La clase política española está desacreditada. Es un lastre para España. Los Reyes y el Ejército, al igual de otras instituciones prestigiosas, son las guías sólidas para ir recomponiendo un Estado que no es fallido, aunque esta creencia esté muy extendida, sino que vive sometido a unos políticos que han caído demasiado bajo.
A. M. BEAUMONT