Queridos papá y mamá
Si estáis frustrados por vuestros trabajos, el paro, que la abuela está mala o lo que sea tendréis que buscar otras válvulas de escape. Lo de venir a liberar energía a mis partidos se acabó
Queridos papá y mamá:
No quiero que vengáis más a verme jugar. Al menos no quiero que vengáis de la manera en la que soléis venir. Estoy harto de que increpéis a mis compañeros, a mi entrenador, a los rivales, a los árbitros e incluso a otros padres. Me avergonzáis. Yo me apunté a este deporte siguiendo vuestros sabios consejos. Te vendrá bien hacer deporte, decíais. Así podrás jugar con niños de tu edad, decíais. Aprenderás muchas cosas importantes para la vida, decíais. Lo que no me dijisteis es que vosotros ibais a ser unos ultras en la grada. Eso me ha pillado totalmente por sorpresa.
No vengáis más, por favor. Dejadme jugar tranquilo. Ya ni siquiera sé si de verdad de mayor quiero dedicarme a esto. Me estáis robando la ilusión con vuestras broncas y vuestros gritos a todo lo que se mueve. Parad ya. Mis compañeros no son mis enemigos. Juntos entrenamos toda la semana y hacemos caso a todo lo que nos dice el entrenador. Nos lo pasamos bien y nos respetamos. Unos somos, o son, mejores que otros, pero nos da igual, no nos picamos entre nosotros. Nuestro objetivo es entrenar para que el sábado nos salga un buen partido. Así que dejad en paz a los que en teoría decís que son unos chupones y que me quitan minutos. Son mis amigos. Y somos un equipo.
Dejad en paz a mi entrenador. Es joven y también está aprendiendo. Lo hace lo mejor que puede y nos está enseñando un montón de cosas. Él quiere que todos estemos contentos y eso es muy difícil, pero aún así lo intenta. Así que dejad de gritarle que me saque. O dejad de dar instrucciones técnicas por encima de las suyas. Lo que diga él va a misa. Nosotros lo tenemos claro, ¿por qué os cuesta entenderlo a vosotros?
El árbitro también suele ser un chaval joven. Jope, dejadle en paz también, de verdad. Qué necesidad tiene él de aguantar a cuatro carcamales todos los sábados diciéndole todo lo que está haciendo mal. Ser árbitro es muy difícil. No se lo pongáis más aún. Cuando se equivoque, es nuestro entrenador el único autorizado a protestar, e intentará hacerlo de la mejor manera posible. No metáis más presión desde la grada, por favor. No la necesitamos y desde luego el árbitro tampoco.
Los del otro equipo no son un batallón de terroristas a los que hay que aniquilar. Son niños igual que yo. Tampoco tenéis que increparles nada a ellos. Dejadles en paz. Si alguno saca los pies del tiesto tendrá que decírselo su entrenador, primero, sus padres, después y, si es necesario, actuará en consecuencia el árbitro. Vosotros no tenéis que decirle nada a nadie del otro equipo. Y mucho menos a sus padres.
Solo se me ocurren dos opciones: o dejáis de venir vosotros o dejo de venir yo. Así no podemos seguir. Si estáis frustrados por vuestros trabajos, por el paro, porque la abuela está mala o por lo que sea, tendréis que buscar otras válvulas de escape. Lo de venir a liberar energía a mis partidos se acabó. Se acabó porque habéis convertido mi pasión en una tortura. Yo no quiero ser el mejor del mundo. Tengo ilusión, claro que sí, pero ilusión por jugar bien. No me metáis pájaros en la cabeza con ganarme la vida del deporte. Eso solo lo podrán hacer unos cuantos tocados con una varita mágica. Yo solo quiero ser feliz.
Un beso.
Vuestro hijo.