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Dra. Susana Monereo

La invisibilidad de la obesidad

La invisibilidad de la obesidad

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Una paciente me dijo un dia en consulta después de haber perdido 23 kg, “gracias doctora porque he vuelto a ser visible”. Me quede impresionada por lo que acababa de oír, y directamente le pregunte ¿qué me estas queriendo decir?

Me contesto, la obesidad convierte a las personas en invisibles, tapa todo aquello que como persona puedes ofrecer y también tú te escondes y te tapas para que no te vean y con la mirada o actitud de otras personas o incluso su indiferencia, te hagan daño.

Me dijo que desde niña llevaba vistiendo con ropa que no le gustaba con el único objetivo de tapar su cuerpo y pasar desapercibida. Temía la mirada de sus padres, a la de sus amigas y cuando fue mayor a la de los hombres.

A pesar de haber encontrado a una persona con la que comparte su vida, me comenta exprofeso que la quiere y que le gusta tal y como es. De haber triunfado en el mundo laboral, creo que ha sido feliz cuando consigue, después de muchos intentos, quitarse esos kilos que, para ella, no solo era un objetivo casi imposible de alcanzar, sino que suponía la frontera entre la vida de los que te ven, te miran y te juzgan por lo que ven, sea bueno o malo, y los que pasan a tu lado y ni siquiera te ven.

Ha luchado muchos años por aceptar su cuerpo grande y gordo y me decía, digo “gordo” porque era así como se sentía, intentándome convencer de que los malos eran ellos, y hoy vengo a decir que me gusta que me miren y que ahora después de perder peso, me da igual si les gusto o no, me gusto a mí misma y con eso tengo bastante.

Este testimonio en una persona que en teoría lo tenía todo para ser feliz, da una idea clara de lo que es el estigma de la obesidad y del sufrimiento tan enorme de las personas que viven y sufren con esta enfermedad.

No somos conscientes de la gravedad vital que supone vivir con obesidad; daña el cuerpo, pero también daña el alma y se produce una herida honda y oculta que la persona vive en soledad.

Perjudica todos los órganos y sistemas y como médicos, podríamos enumerar la lista interminable de enfermedades que van detrás, pero con gran frecuencia no somos capaces de ver la enfermedad cuando la tenemos delante.

Vemos y tratamos las enfermedades que van unidas a ella como, la diabetes, la artrosis de rodilla, la hipertensión, la enfermedad cardiovascular, la infertilidad o incluso el cáncer o el deterioro cognitivo, pero no vemos la obesidad que es la que realmente está detrás produciendo todas ellas.

El paciente es atendido en consulta o es ingresado en un hospital y recibe un informe detallado con diagnósticos y tratamientos perfectos, pero la palabra obesidad no figura en ningún lado. En alguna ocasión, alguien de forma tangencial y un poco de perfil, casi pasando de puntillas le ha sugerido que pierda peso.

¿Cuál es la razón? ¿Por qué la obesidad es invisible? ¿Por qué como médicos, sea cual sea nuestra especialidad teniéndola enfrente no la abordamos como cualquier otra patología y la tratamos con el mismo interés que hacemos con el resto de enfermedades?

¿Por qué el paciente cuando acude a nosotros no dice que la obesidad le está dañando y pide ayuda para solucionarla?

¿Por qué no hay programas nacionales para combatirla y ni siquiera figura entre las enfermedades en la que los fármacos estén financiados por el sistema, cuando lo están para todas las demás?

Aunque imagino que a muchas de las personas que puedan leer este articulo la respuesta les pueda parecer obvia, “si el paciente no consulta, será porque no le interesa o porque no se siente enfermo” o bien “la obesidad no es de mi especialidad y no me corresponde tratarla” o “los obesos están así porque quieren”.

Se me ocurren muchas respuestas, pero todas ellas probablemente sean incorrectas.

Para mí, la gran respuesta a la que tenemos que hacer frente es que no hay conciencia general ni individual de que la obesidad sea una enfermedad. Lo entendemos como un estado fruto de la sociedad que nos ha tocado vivir, y creo firmemente que hace falta que todos, incluyo no solo a los médicos, sino también a los pacientes, a todo el personal sanitario, a los políticos, y a la sociedad en general, reconozca la obesidad como una enfermedad y no como un estado físico que depende de la voluntad.

No conozco a ninguna persona que vive con obesidad que quiera estarlo y diría que todas o la inmensa mayoría de las personas afectadas han luchado contra ella recurriendo a todo tipo de tratamientos, a veces dañinos y siempre costosos. Sin conseguir resultados, añadiendo a la enfermedad, la desilusión, la decepción y el cansancio por haber fracasado.

Los médicos en algunos casos también hemos vivido el fracaso de tratamientos que iniciábamos con interés, y hasta ahora nos hemos sentido impotentes para abordar la obesidad como pandemia y como problema concreto a nivel individual, y a veces ha sido más fácil pasar por encima y dedicarnos a lo que si sabíamos que funcionaba.

Creo que además de la sensación de impotencia para enfrentar algo difícil y complejo de acometer nos falta formación en obesidad, conocimientos fisiopatológicos y terapéuticos de la enfermedad, y también conocimientos psicológicos para entender al paciente y saber abordar la enfermedad en su conjunto.

Pido en especial a mis compañeros médicos que vean la obesidad, que la diagnostiquen y que si no pueden tratarla envíen a los pacientes a los profesionales que si puedan hacerlo. Si no lo hacen la obesidad seguirá siendo invisible con un daño que se perpetuará a lo largo de toda la vida del paciente

En la actualidad disponemos de tratamientos eficaces y seguros, desde la farmacología a la cirugía, acompañado de apoyo psicológico. Cuando el paciente se ve bien cambia los hábitos y la enfermedad retrocede.

Sabemos que es una enfermedad crónica y como tal las personas afectadas tendrán que seguir luchado contra ella toda su vida, pero por lo menos verán la luz al final del túnel y podremos auxiliar a la mayoría de las personas que están detrás de la obesidad pidiendo ayuda.