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Varices o insuficiencia venosa crónica

Varices o insuficiencia venosa crónica

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La insuficiencia venosa crónica es una patología significativa en la población general, con una prevalencia considerable en adultos españoles, especialmente entre las mujeres (64% frente al 37% de los hombres). Ésta aumenta tanto con los embarazos como con la edad. Durante el embarazo, factores como el aumento del volumen sanguíneo y la presión del útero en crecimiento pueden contribuir al desarrollo de esta afección en algunas mujeres.

Con el paso de los años, los vasos sanguíneos tienden a perder su elasticidad natural y las válvulas venosas pueden sufrir daño. Este proceso de envejecimiento vascular puede causar insuficiencia venosa crónica en la población de mayor edad. Sin embargo, se observa que cada vez afecta a personas más jóvenes, lo que subraya la importancia de comprender y abordar tanto los factores genéticos como el estilo de vida sedentario que pueden contribuir a su desarrollo.

La insuficiencia venosa crónica se produce por la incapacidad del sistema venoso para realizar un retorno venoso adecuado. En esta enfermedad, las válvulas pueden estar dañadas o debilitadas, lo que dificulta el flujo sanguíneo de regreso al corazón y provoca una acumulación de sangre en las venas de las piernas.

Es una enfermedad crónica y progresiva que puede afectar la calidad de vida de los pacientes y con el tiempo, sin un adecuado manejo, puede dar lugar a complicaciones más graves, como la formación de úlceras venosas en la piel, tromboflebitis y/o sangrado de una variz.

Entre los principales factores de riesgo en la aparición y progresión de la insuficiencia venosa crónica están los antecedentes familiares, la edad, los embarazos, las alteraciones hormonales, el sobrepeso y la obesidad y el sedentarismo. Todos estos factores pueden actuar de manera individual o combinada y aumentar el riesgo de padecer insuficiencia venosa crónica. Por lo tanto, es importante tener en cuenta estos aspectos y tomar medidas preventivas, como mantener un peso saludable, realizar ejercicio regularmente y evitar largos períodos de inmovilidad.

Las venas de las piernas están diseñadas para llevar la sangre de vuelta al corazón, contra la fuerza de la gravedad. Las válvulas venosas ayudan a que la sangre fluya en una dirección, evitando que retroceda. Cuando estas venas se debilitan o las válvulas no funcionan correctamente, la sangre puede acumularse en las piernas, lo que conduce a la dilatación de las venas y la formación de varices.

La insuficiencia venosa crónica es una enfermedad que progresa con el tiempo. Inicialmente, puede ser asintomática o manifestarse sólo con la presencia de arañas vasculares, también conocidas como telangiectasias. Éstas son pequeñas dilataciones de los capilares superficiales que se ven como líneas rojizas o violetas con aspecto de telaraña en la piel. Sin embargo, a medida que la enfermedad avanza, los síntomas tienden a surgir y aumentar gradualmente en intensidad. Entre las manifestaciones más comunes de esta patología se incluyen la pesadez, cansancio y/o dolor en las piernas, que empeora a lo largo del día o al estar mucho tiempo de pie o sentado, la presencia de varices o venas varicosas, hinchazón o edema, generalmente en los tobillos, sensación de calor, enrojecimiento, sequedad y picor en la piel, alteraciones cutáneas y calambres nocturnos.

El diagnóstico de la insuficiencia venosa crónica se realiza, en un primer momento, mediante la evaluación clínica y exploración física. El médico evaluará los síntomas reportados por el paciente y realizará una exploración física de las piernas para buscar signos como varices, edema (hinchazón) y posiblemente úlceras venosas, cordones venosos inflamados y dolorosos o sangrado de una variz. A continuación, se realiza un Eco-Doppler venoso de las piernas, procedimiento no invasivo que permite evaluar el flujo sanguíneo e identificar qué venas están afectadas. En los casos con síntomas pélvicos, como dolor pélvico crónico o venas varicosas en la región pélvica, están indicados un Eco-Doppler abdominal y un Eco-Doppler transvaginal para evaluar el flujo sanguíneo de las venas pélvicas y determinar si hay contribución adicional a la insuficiencia venosa. La combinación de la evaluación clínica, la exploración física y los estudios de Eco-Doppler son fundamentales para un diagnóstico preciso y guiar un tratamiento adecuado para prevenir complicaciones adicionales.

Las opciones de tratamiento de esta enfermedad varían en función del grado de afectación y las características individuales de cada paciente. En los estadios iniciales de esta patología está indicado el uso de medias de compresión, componente fundamental que ayuda a mejorar la circulación venosa y a reducir manifestaciones clínicas como la hinchazón y la pesadez en las piernas. Se recomienda además realizar ejercicio regular, como caminar o nadar, para fortalecer los músculos de las piernas, lo que puede ayudar a aliviar los síntomas de la insuficiencia venosa crónica. Además, se puede realizar fleboesclerosis de las arañas vasculares para mejorar el aspecto estético.

En los casos en los que las venas safenas están afectadas, se deben considerar las técnicas endovasculares, como la radiofrecuencia y el láser, como opciones de tratamiento. Son procedimientos menos invasivos que se realizan sin heridas, bajo anestesia local y permiten una recuperación más rápida y una menor incidencia de recidivas.

La posible presencia de varices pélvicas en pacientes con insuficiencia venosa crónica debe ser tenida en cuenta ya que su tratamiento puede ser fundamental para prevenir la recurrencia de varices en las piernas. Cuando se sospecha la presencia de varices pélvicas, se puede realizar una flebografía para confirmar el diagnóstico y, si es necesario, proceder con un tratamiento terapéutico de embolización en el mismo acto.

En ocasiones, estos tratamientos deben complementarse con escleroterapia de algunas venas superficiales y residuales en las piernas y en los genitales.

Es importante que el tratamiento de la insuficiencia venosa crónica sea individualizado y guiado por un médico especialista en enfermedades vasculares. El objetivo del tratamiento es aliviar los síntomas, prevenir complicaciones y mejorar la calidad de vida del paciente.

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