¿Es posible sobrevivir mentalmente a una cadena perpetua en Bangkok?
Daniel Sancho deberá utilizar sus recursos mentales para sobreponerse a la estancia a la prisión conocida como 'El Gran Tigre' por su capacidad para "destrozar y devorar" a los que reclusos que viven en ella
¿Puede la mente humana prepararse para una condena a cadena perpetua en un lugar repugnante y peligroso? Es la pregunta que me vienen haciendo algunos medios de comunicación, ávidos de información novedosa sobre el triste, dramático y atroz caso de Daniel Sancho, esto es, de como un ser humano aparentemente sano puede matar a otro y descuartizarlo para ocultar su acción criminal.
El cerebro, elemento rector y clave de nuestra conducta, puede, debido a lo que se denomina plasticidad neuronal, crear nuevos caminos, desarrollar nuevos circuitos, configurar nuevas sinapsis, bloquear unos neurotransmisores y estimular otros hasta conseguir adaptarse a situaciones muy variadas, incluso hasta las más dantescas, horripilantes y tenebrosas.
En gran medida la función cerebral viene determinada por lo que podemos llamar materia prima, es decir lo que en términos informáticos se puede llamar "disco duro" (genética). Pero, asociado a los genes también tiene capital importancia lo que sería, siguiendo con el símil ofimático, el software o programas que se han introducido desde el nacimiento hasta la pubertad (epigenética).
En el caso de Daniel Sancho, como en el de cualquier otro ser humano, no es tan importante lo que se pueda hacer a partir de ahora para adaptarse al medio, como lo que ya se haya hecho en su infancia, adolescencia y primera juventud. Es decir, su futuro dependerá de la personalidad que el sujeto haya configurado (genética+epigenetica). No obstante, debemos significar e insistir que la capacidad de transformación cerebral es permanente y por lo tanto es posible entrenarse y habituarse a llevar otra forma de vida, otra conducta.
Ahora, lo primero será utilizar los recursos previos que Daniel Sancho ya tenga para adaptarse a un medio tan hostil como es la que denominan, coloquialmente y con sarcasmo, el "Gran Tigre", centro penitenciario de Bangkok, apodo que viene de su "capacidad de destrozar y devorar" a los que viven en ella y sufren la pena impuesta por el Tribunal. Si la persona es muy inmadura, insegura, inestable, con una inteligencia emocional precaria, la adaptación va a ser muy difícil, a veces imposible, espero que no sea este el caso.
Las lágrimas de la sentencia
También me han pedido opinión sobre si las lágrimas del condenado durante la lectura de la sentencia han sido de cierto alivio por superar una etapa o, si, por el contrario, se han producido como una muestra externa de su desesperación y decepción al ver el negro futuro que la sentencia le señalaba.
El llanto es mezcla de ambas emociones. Tristeza y temor; miedo y culpabilidad; angustia por su familia y quizá asco de sí mismo. En suma, el llanto derivaría del caos emocional que tendrá necesariamente que ir controlando de forma gradual. Es apropiado recordar ahora lo que decía Darwin: "No es la especie más fuerte la que sobrevive, ni la más inteligente. Es aquella más adaptable al cambio".
Por último, también han solicitado mi opinión sobre otra cuestión, quizá más trascendente y filosófica: ¿Se puede vivir sin esperanza? La esperanza es, en su sentido más amplio, un estado de optimismo vital, en el cual parece posible conseguir lo que deseamos o aspiramos. Es decir, la esperanza es confianza en que ocurrirá aquello que se desea. Ya les anticipo que es extremadamente difícil vivir sin esperanza, situación que ocurre en las depresiones más graves, siendo sin duda el síntoma más demoledor para el enfermo.
No soy adivino y desconozco si Daniel Sancho sabrá o podrá recurrir a sus creencias, o utilizar su personalidad, o si tendrá aptitudes intrínsecas para fabricar grandes dosis de esperanza. Lo que si he afirmado y lo vuelvo a hacer desde estas líneas es que para que la esperanza funcione positivamente y sea útil es necesario que la información que le llegue desde el exterior debe ser real y que, dentro del desconcierto reinante en su psiquismo, existan elementos ciertos donde aferrarse (indulto, conmutación de penas, tiempo efectivo de condena, etc.).
Lo obvio es que nuestros actos tienen siempre consecuencias. Y que cuando David decide, según la sentencia, premeditadamente, eliminar la vida de Edwin Arrieta, debió prever que ese comportamiento tendría implicaciones muy negativas. Lo sopesó y actuó erróneamente. Ahora le toca asumir la situación y pagar la deuda con la sociedad y, sobre todo, con la familia del fallecido.