Lo que las primarias del PP suponen para la Comunidad Valenciana
La segunda vuelta de las primarias se antoja una oportunidad histórica al PP valenciano. Dependerá en parte de cómo juegue sus cartas Isabel Bonig.
La Comunidad Valenciana es la segunda territorial más importante del PP. Lo mismo que sucede con la federación valenciana en el seno del PSOE. Desde luego ni lo uno ni lo otro nos ha servido de mucho. En palabras del empresario Federico Félix, “nunca hemos pintado una mierda”, por más que con los socialistas el aparente poder valenciano en Madrid fuera claramente superior al que se daba con los populares, al menos en número de ministros. De todas formas, contar a María Teresa Fernández de la Vega como ministra (vicepresidenta) valenciana es prueba de tener muy buen humor. Lo mismito que si habláramos de José María Michavila (PP) o en el pleistoceno democrático de Fernando Abril Martorell (UCD).
¿Va a cambiar a corto o medio plazo esa tendencia a la mimetización de lo valenciano con la nada política? Nunca se sabe, pero las perspectivas indican que no va a ser fácil. De momento en Madrid gobierna la facción socialista contraria a la que lo hace en Valencia. Pedro Sánchez ha echado desde el minuto cero varios jarros de agua fría en materia de financiación autonómica y el ministro José Luis Ábalos ya ha aclarado que Ximo Puig no debe esperar discriminación positiva en inversiones, con lo dada que es la izquierda a aplicar ese concepto como factor corrector de lo que le parece que está históricamente mal.
Con el PP hasta ahora no nos ha ido mejor. De Cristóbal Montoro siempre he pensado que, siendo niño, debió sufrir alguna mala caída de algún columpio en algunas vacaciones en la Comunidad Valenciana. Porque si no, no se explica. Y que lo más aproximado a un ministro valenciano que ha habido en tiempos de Mariano Rajoy sea un madrileño que veranea en Jávea, ha sido nominalmente el titular de Exteriores, y en la práctica se ha ocupado más de Cataluña que de otra cosa, es para echarse a llorar.
Las primarias nacionales del PP deberían ser un punto de inflexión de cara a futuro. De Isabel Bonig depende. La presidenta del PPCV ha jugado bien sus bazas hasta ahora: no ha apoyado públicamente a nadie, pero sus lugartenientes han auxiliado a la ganadora, con lo que ahora (todos ellos) podrán exhibir esos dos méritos. Bonig ha mostrado hasta ahora una calculada ambigüedad.
A la lideresa valenciana parecía gustarle cualquier opción primaria (de las mayoritarias) excepto la de la manchega María Dolores De Cospedal, ex-presidenta de una comunidad con la que la Valenciana tendrá que enfrentarse de nuevo cada vez que ésta pida revisar el trasvase Tajo-Segura.
Pablo Casado fue el miembro de la dirección nacional que -por dos veces- anunció que Bonig sería la candidata autonómica en 2019. Evidentemente no porque Casado lo decidiera, ni De Cospedal tampoco.
Soraya Sáenz de Santamaría fue la encargada de presentar a Bonig en su conferencia programática del Fórum Tribuna Mediterránea, al que todos los que acuden lo hacen con cierto aire de investidura adelantada. La entonces vicepresidenta no se limitó a cubrir el expediente, fue algo así como efusiva en las palabras que dedicó a la valenciana.
A Isabel Bonig se le presenta ahora una ocasión de oro para conseguir el oropel para la organización valenciana que nunca tuvo desde que el hoy preso Eduardo Zaplana cerraba autovías y era escuchado por José María Aznar. Sólo necesita acertar en la negociación de los apoyos que en forma de compromisarios (cargos públicos fundamentalmente) puede aportar (el 13,4% del total) a los contendientes finales. Es preciso que el PPCV haga valer su peso en la organización, por lo que de ello se pueda redundar en beneficio de todos los valencianos cuando a los populares les llegue el momento de volver al poder, solos o en compañía de otros.
En favor de lo que decida Bonig está lo apretado de los resultados (aún así, con un 5% de margen en la Comunidad a favor de Sáenz de Santamaría), y el hecho de que sea la ex-vicepresidenta la que haya ganado y no Casado. Si, como se presume, Bonig opta por hacer el máster en “sorayismo” nadie podrá decir que contraviene el deseo de los militantes. Y si optara por la “alianza de perdedores” que desliza Sáenz de Santamaría (al modo y manera de lo que ha pasado con Pedro Sánchez en el Congreso), como la diferencia de votos es pequeña a nivel nacional, pues tampoco.