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Indignación y confusión entre los usuarios por la huelga de metro y tranvía

La Generalitat, en una decisión política sin precedentes, ha reducido los servicios mínimos, de manera que únicamente circula uno de cada cuatro vehículos

Andén repleto en Ángel Guimerá.

Andén repleto en Ángel Guimerá.

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La huelga en Ferrocarriles de la Generalitat por el 8M, que ha degenerado en unos servicios mínimos irrisorios del 25 por ciento (solamente pasa 1 de cada 4 vehículos), está provocando hoy indignación, malestar y confusión entre los usuarios de metro y tranvía. El principal perjuicio lo sufren quienes viven en barriadas del extrarradio y en el área metropolitana, donde los servicios ya habitualmente escasos hoy se han reducido a vehículos que pasan cada hora (a Ribarroja, por ejemplo).

La propia Generalitat ha decretado unos servicios mínimos del 25%, hecho insólito para una prestación pública de primera necesidad. Durante las protestas de los trabajadores que se desarrollaron entre los meses de septiembre y enero los citados servicios mínimos oscilaban entre el 60% en las horas punta (de 6 a 9, de 12 a 16 y de 19 a 22) y del 50% (el doble que hoy), el resto del día, en horario de menos tránsito.

Esa decisión, adoptada unilateralmente con motivo de la huelga feminista del 8 de marzo, por la Generalitat resulta contradictoria con su papel de patronal que juega en este caso, y que en la anterior huelga impidió una rebaja de los servicios mínimos que pedían los sindicatos convocantes.

Además de superar con creces la convocatoria de dos horas de paro realizada por UGT y CCOO a nivel nacional, supone un hecho insólito que una patronal proponga un paro más allá de lo que le piden gran parte de los trabajadores y con la merma económica que supone para los empleados, ya que estos últimos son los que hacen la huelga y quienes verán el recorte por el paro en su nómina de marzo.

La reducción a ese 25% de la frecuencia de paso está trastocando la vida cotidiana de decenas de miles de ciudadanos (únicamente Metrovalencia calcula que cada día suben a sus vagones 174.000 pasajeros), que han llegado tarde a sus lugares de trabajo, a la visita del médico, a llevar al colegio a sus hijos o a cualquier gestión que hayan querido realizar debido a la imposibilidad de coger el metro o el tranvía. Después de esperas de hasta una hora, se topaban con un medio de transporte abarrotado, más propio de la estación londinense de Oxford Circus.

La única información que encontraban los usuarios era el aviso del panel electrónico. Ni carteles en las entradas en las estaciones, ni operarios informando a los ciudadanos a la entrada de las estaciones sobre servicios mínimos o alternativas. Es más, alguna estación, como la de Palleter, permanecía incluso cerrada en una de las entradas. Esta escasez de información y la perspectiva de una larga espera por delante ha enervado a muchos usuarios, que han trasladado sus quejas por redes sociales a Ferrocarrils de la Generalitat Valenciana.

La huelga del 8 de Marzo llega cuando los ciudadanos de Valencia y Alicante habían empezado a respirar tras cuatro meses de paros continuos, algunos en jornadas de 24 horas, entre septiembre de 2017 y enero de 2018, por cuestiones laborales. La falta de información a la ciudadanía contribuyó a rebajar la confianza en un servicio cuyas instalaciones han soportado un deterioro sin apenas mantenimiento en las últimas décadas, donde la vigilancia escasea y, sin operarios que las atienden o que informen en las entradas y salidas de las estaciones, trasladan una sensación de abandono.

Por desgracia para el sufrido ciudadano, no será la única. Hasta el 13 de marzo diversas líneas de tranvía en Valencia realizarán paros parciales, aunque, para consuelo de los usuarios, no habrá unos servicios mínimos del 25% como los decretados para hoy por la Generalitat.

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