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Activistas travestidos en humoristas: Facu Díaz y su guerra contra Pablo Motos

En los últimos días han surgido una serie de personalidades de la farándula con una razón oculta -o no tanto- por la que buscan la cancelación de Pablo Motos y de su Hormiguero

El humorista Facu Díaz se hace un selfie con Pablo Iglesias.

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responde a una lógica viciada: la labor de comunicación equivaldría a censura. Lo que pasa es que, en este caso, no deja de ser llamativo que detrás de ello estén gentes que, bajo excusa del humor, operan en clave política. La nueva ofensiva contra Pablo Motos busca la cancelación del presentador de Antena 3, pieza de caza mayor gracias a su liderazgo indiscutible en el prime time, la franja más cotizada de la televisión.

El Hormiguero continúa siendo una referencia absoluta y eso escuece. Lo vio con claridad Pedro Sánchez el pasado verano y, al menos, a él le honra haber acudido a su plató. Aunque no por ello algunos de sus susurradores sigan vertiendo residuos sobre dicho espacio. Sin embargo, no son los únicos. Que por El Hormiguero pasan todos los que pitan algo en el panorama nacional -e incluso internacional- es una realidad. Hasta el propio Sánchez, repetimos. E incluso todavía se puede recordar a aquel Pablo Iglesias que repetía la operación de cambiar pañales. Eran otros tiempos.

Ahora, sin embargo, cierta ultraizquierda travestida con ropajes de humorista -su ‘humor’, en realidad, es una herramienta de ‘agit prop’ al servicio de su ideología y de sus propios intereses, no lo pierdan de vista- se ha lanzado a la yugular de Motos. Y eso no deja de tener su aquél.

Facu Díaz, militante confeso del PCE e IU, es el puntal de la campaña. No deja de ser curioso que Díaz se haya ofendido al descubrir la labor de comunicación de la productora de Motos. Quienes recuerdan aquel magma en que surgió el primer Podemos no dejan de sonreírse cuando observan al que algunos llamaban “el bufón de Pablo Iglesias” criticar ese trabajo.

Aquel Podemos de supuesto rostro amable que, sin embargo, ya incluía métodos despreciables de coacción -vía redes sociales, vía amenazas indirectas- a los periodistas que osaban preguntarse ciertas cuestiones sobre tan idílico partido que iba a acabar con la casta. Nunca, en aquellas circunstancias, se escuchó una palabra de Díaz sobre las “presiones” de los suyos. Y la causa, ustedes la entenderán, es simple: estaba de acuerdo con ellas.

Precisamente en aquella charca de ‘La Tuerka’ se desarrolló Díaz, que siempre aireaba su militancia en el entorno comunista para desvincularse formalmente de Podemos. Eran los tiempos de aquella pinza entre los sectores ‘críticos’ de la IU madrileña, con Tania Sánchez, y el Podemos emergente de Pablo Iglesias. La alianza, forjada en los locales de Público en la Gran Vía madrileña, también se selló con el intercambio de sujetos como Díaz, que crecieron a su amparo. Luego, aquello acabó como el rosario de la aurora y hasta el bufón terminó defenestrado por el líder.

Sin embargo, por el camino el activista Díaz supo sacar provecho con diversos bolos, hasta en La Sexta. Otros, como su ‘partner’ Héctor Juanatey, se largaron a la mamandurria de la comunicación de un ayuntamiento ‘amigo’. ¡Qué cosas!

Bajo la capa del humor, sujetos como Díaz -lo de Bob Pop queda para otro día- han llegado a ampararse bajo el paraguas de Movistar+ gracias a Andreu Buenafuente. La ideología y la cartera, siempre tan reñidas, no chocan cuando se trata de su provecho. No sólo trabajó para Buenafuente, el del ERE de El Terrat, sino que no tuvo empacho en cobrar lo suyo de la multinacional española por excelencia.

Luego, cuando Pallete y compañía se hartaron de una audiencia mediocre y de llenar los bolsillos de cuatro ‘piernas’, tocó sacar la bandera roja. Que si Movistar era servil con la ultraderecha y tal. Mientras cobró, eso sí, nunca lo vio.