Puigdemont puede hacer pagar a Sánchez su ‘pacto con el diablo’ vestido de ERC
Acomodar el Código Penal a gusto de los separatistas puede permitir que Puigdemont regrese a España triunfante, sin pisar la cárcel, unas semanas antes del 28-M. Un golpe letal al Gobierno.
Pactar con el diablo no sale gratis nunca. O, dicho de otra manera, en el pecado está la penitencia. Y eso exactamente es lo que le puede pasar a Pedro Sánchez. Una cuestión que preocupa sobre todo a los barones socialistas. Y es que el escenario es terrible para los intereses del PSOE: en febrero o marzo, sin pisar la cárcel, burlándose de la justicia y de la ley gracias a la reforma del Código Penal que el Gobierno le ha regalado a los separatistas. Un bombazo para los candidatos del PSOE a unas semanas de las elecciones municipales y autonómicas.
El guión que tienen muchas probabilidades de convertirse en realidad, según los expertos penalistas, es el siguiente: el fugado Puigdemont regresa a Cataluña e inmediatamente es detenido. Ya tiene la foto de la victimización que juega a favor de sus intereses. Poco después pasa a disposición judicial y el juez decreta su procesamiento por los delitos de malversación y desobediencia, pero no le manda a prisión.
Lo más lógico, explican esos expertos, es que le ponga en libertad a la espera de juicio, quizás con alguna medida cautelar como la de entregar el pasaporte o la prohibición de salir de España. Y es que la entidad de los delitos que se achacan ahora, tras la entrada en vigor de la reforma del Código Penal, es tan pequeña que al juez le resultaría muy complicado justificar su permanencia en prisión.
El argumentario de Moncloa: la decisión es del juez
Todo eso dejaría a Puigdemont como un héroe a la vista de sus correligionarios, el hombre que doblegó al Estado español. Por contra, supondría una enorme humillación para la inmensa mayoría de los españoles. Y la responsabilidad, es evidente, recaería en Pedro Sánchez. Por eso ya están en Ferraz y en Moncloa preparando el argumentario para intentar contraatacar. De momento esos argumentos pasan por decir que a derogación de la sedición era necesaria para homologarnos con Europa y que ningún corrupto quedará impune pese a la reforma del delito de malversación. Impune no, pero no es lo mismo pagar una multa que ir a la cárcel varios años.
La decisión de si Puigdemont acaba en la cárcel o no depende de los jueces exclusivamente, insisten desde Moncloa. Como si ellos no tuvieran nada que ver, como si la reforma del Código Penal a medida de los separatistas hubiera caído del cielo.
En todo caso, lo que temen en Moncloa es no sólo la reacción de la calle, que por supuesto, sino la reacción de sus propios barones. Si ya hemos visto subir el tono a Page y Lambán, no es difícil imaginar que ante la proximidad acuciante de las elecciones tendrían que amplificar su descontento e incluso escenificarlo de algún modo más allá de las palabras. Parece difícil subir el tono después de decir que “es intolerable pactar con los delincuentes su propia condena”, por lo que habrá de esperar gestos de distanciamiento. De momento ya evitan los actos y las fotos con él, pero tendrán que hacer algo más.
Sánchez mira más allá de las elecciones de mayo
Es cierto que a Sánchez las elecciones municipales y autonómicas le importan solo por lo que puedan marcar de tendencia para las generales. Que les vaya mejor o peor a Lambán, Page, Puig, Fernández Vara y compañía le importa bastante poco siempre y cuando él pueda retener el sillón de la Moncloa. Lo que sucede es que una derrota el 28-M marcaría un rumbo difícil de revertir. Sería casi su sentencia de muerte política.
Si Sánchez esperaba cerrar antes del 31 de diciembre el capítulo de leyes y cesiones vergonzantes para centrarse en la política social como estrategia para remontar, se puede ir olvidando. Las consecuencias de sus actos le van a perseguir hasta las urnas.
Todo dependerá de la decisión de Puigdemont, si quiere o no quiere regresar a España antes de las elecciones. Si piensa en sí mismo y en los intereses de su partido la respuesta parece evidente: estará aquí en breve, para calentar la campaña. Si, por el contrario, mira en beneficio del separatismo, del ideal independentista, es obvio que le interesa que Sánchez siga en la Moncloa cuatro años más. Parece muy complicado, no obstante, que un político mire el horizonte teniendo elecciones tan cerca.
Así que el panorama más probable es que Sánchez se encuentre con que el diablo con el que ha pactado le pasa la factura. Sus planes se han quebrado. Si esperaba cerrar antes del 31 de diciembre el capítulo de leyes y cesiones vergonzantes para centrarse en la política social como estrategia para remontar, se puede ir olvidando. Las consecuencias de sus actos le van a perseguir hasta las urnas.