El Gobierno de los recortes sigue siendo el más desmedido de toda Europa
Sánchez no puede seguir imponiendo recortes e impuestos a la sociedad mientras él mantiene un Gobierno desproporcionado y derrocha en asesores y privilegios.
Pedro Sánchez no ha reducido el Gobierno más amplio de Europa, cuyo gigantismo no obedece a las necesidades objetivas de la gestión, sino a las cuotas y exigencias de sus aliados: los 22 Ministerios que existían antes de la remodelación seguirán existiendo, con otros titulares en algunos casos y los mismos que ya conocíamos.La falta de recato y austeridad de Sánchez, también presente en la abrumadora contratación de asesores y en la creación de áreas, contrasta con los sacrificios que sufren o se imponen a los ciudadanos, resumidos en una catarata de catástrofes casi ilimitada.Desde el paro -especialmente intento en jóvenes y mujeres- hasta los concursos de acreedores, pasando por las subidas de impuestos y de los suministros; el contraste entre el sufrimiento de la sociedad y los privilegios del Gobierno es abrumador, insolidario e inaceptable.
No se puede pedir sacrificios a nadie sin dar un mínimo ejemplo, cuyo valor no es simbólico: lo que se concede a sí mismo el Gobierno acaba marcando la senda en el conjunto de la Administración Pública, el único sector en el que, lejos de soportarse las apreturas del resto, todo han sido buenas noticias.
La Administración debe hacer el mismo esfuerzo que impone a la sociedad y no vivir ajena a ella con todo tipo de privilegios
Y no solo en los servicios esenciales, alguno como la Sanidad merecedor de todo: también en la llamada "industria política", ese compendio de entidades superfluas y duplicadas cuyo coste, según no pocos economistas, alcanza unos disparatados 40.000 millones de euros anuales.España tiene pendiente muchas reformas, pero una de las más relevantes es, a la vez, la más demorada: si la estructura de gasto público no se modera en la propia Administración, todas las demás serán insuficientes.Y quien más ejemplo debería dar al respecto es quien menos lo ofrece: el gigantismo del Gobierno, más allá de valoraciones sobre su eficacia política, es un abuso inaceptable cuyo mantenimiento recae en quienes, tal vez, más difícil tienen llegar a final de mes.