Chiquito de la Calzada promete su escaño en el Congreso gracias a Conde-Pumpido

Si Gregorio Esteban Sánchez Fernández, más conocido como Chiquito de la Calzada, fuera elegido el 23J diputado al Congreso podría prometer o jurar su cargo “por la gloria de mi madre”. El Tribunal Constitucional acaba de consagrar en una sentencia el derecho de sus señorías a tomar posesión de su cargo y acatar la Carta Magna haciendo el indio, cada cual con su fórmula particular, dando rienda suelta a filias, fobias, obsesiones, delirios, ensoñaciones y eslóganes de todo tipo.

Hay que agradecérselo de manera muy especial a su presidente, Cándido Conde-Pumpido, que está desatado aprobando con un desatado furor sanchista todo aquello que conviene a los intereses del Gobierno. Y por supuesto a Meritxell Batet, la voz de su amo en la Cámara Baja.

Evidentemente lo de Chiquito no va a ocurrir porque por desgracia falleció ya. Al menos él lo haría sin maldad y nos sacaría una sonrisa. En cambio, los diputados de ERC, Bildu, BNG, Junts y demás enemigos de España no tienen ni puñetera gracia y sí mucha mala leche, seamos claros.

La banda de Conde-Pumpido ha consagrado que las Cortes sean un circo donde unos prometen por “imperativo legal”, otros por el “planeta” y bastantes por “Galiza ceibe”, por “Euskal Herria”, por los “Països Catalns” o la “República”. Cada tonto con su tema.

Así que, partir de ahora y gracias al Tribunal Constitucional, no hay duda de que va a ser legal prometer “per uns nous temps republicans”, como hicieron los diputados de En Comú en 2019; o "con lealtad al mandato democrático del 1 de octubre, por fidelidad al pueblo de Cataluña, por la libertad de los presos políticos y el retorno de los exiliados, por imperativo legal”, tal y como formularon sus señorías de Junts.

Lo de Chiquito no va a ocurrir porque por desgracia falleció ya. Al menos él lo haría sin maldad y nos sacaría una sonrisa. En cambio, los diputados de ERC, Bildu, BNG, Junts y demás enemigos de España no tienen ni puñetera gracia y sí mucha mala leche

Llegará un día, y no es exageración, en el que a un diputado, previo paso por caja, se le ocurra hacer publicidad de una marca en el momento de tomar posesión de su escaño y acatar la Constitución. “Por tal o cual marca de refresco, para que endulce nuestras vidas y nuestra política”; “por tal o cual marca, los calzoncillos más cómodos del mercado”. ¿Por qué no? Al final la potestad del diputado para decir su chorrada de turno, de cariz político o cualquier otro, parece por encima del decoro, de la seriedad y del rigor que merece y exige una institución vital en una democracia.