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Perdamos toda esperanza: Sánchez y el PSOE no tienen límites

Puigdemont ha puesto sus condiciones en la mesa y mientras Feijóo, que podría aceptarlas para ser investido, las rechaza rotundamente, los socialistas no lo ven como lo que es: un chantaje.

Pedro Sánchez durante el mitin del PSOE en Málaga que abría la temporada política.

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Para cualquier aspirante a presidente del Gobierno en cualquier país de la Unión Europea la comparecencia de Carles Puigdemont sería más que suficiente para poner punto final a cualquier intento de negociar con él la investidura. Pero Pedro Sánchez no es un político normal ni homologable al resto de los líderes europeos, lo que hace que no haya demasiadas dudas de que el presidente en funciones va a seguir negociando su futuro con el prófugo chantajista y que, para complacerle, estirará la ley y los argumentos mucho más allá de lo que resisten las costuras de la Constitución de 1978.

Sánchez lleva años utilizando la instituciones a su antojo, llevado a muchas de ellas a un desprestigio desconocido, abusando de su poder, retorciendo la ley e incluso modificándola al dictado de su conveniencia cuando no saltándosela con total impunidad y sin propósito de enmienda, como los dos estados de alarma inconstitucionales. Casi todo lo hace pensando en su beneficio personal o partidista.

El chantaje de Puigdemont a España es inadmisible. Iba dirigido tanto al PSOE como al PP, porque está dispuesto a venderse al mejor postor, lo que demuestra que el líder de los segundos, Alberto Núñez Feijóo, podría ser presidente del Gobierno si estuviera dispuesto a ceder lo mismo que Sánchez. Por eso el aspirante de los 'populares' a la presidencia ha decidido, con buen criterio, cortar de raíz cualquier acercamiento. Ante las pretensiones inconstitucionales del fugado es imposible negociar nada. No hay nada que hablar con el que quiere humillar a España.

No es el caso de Pedro Sánchez. Desde Moncloa no ven las exigencias y condiciones de Puigdemont como un trágala inasumible o un chantaje. Se van a seguir sentando a negociar con él y es fácil pronosticar que veremos cosas inimaginables. Lo que separa a Feijóo de Sánchez son principios democráticos, respeto a la ley y a la Constitución y escrúpulos. Para ser Sánchez hay que prescindir de todo eso.

Por mucho que nos haya escandalizado e indignado lo que está sucediendo, la realidad es que estamos en el inicio del camino, no en el final. No hay ningún signo que indique que el aspirante socialista se vaya a detener, todo lo contrario. Lo que sabemos es que hasta ahora nada le ha frenado. El problema, no nos equivoquemos, no es Puigdemont sino el propio Sánchez. Sin Sánchez, Puigdemont tan sólo sería el apestado que ha sido desde su fuga y únicamente podría aspirar a seguir huyendo de la justicia española.