Sánchez endosa al “ala morada” de su Gobierno la imagen de la izquierda gastada
La jugada del líder socialista busca pintar al PSOE ante el “progresismo” como “lo moderno” frente a rostros de los coaligados roídos y sin recambio como Garzón, Castells, Montero o Belarra.
El cambio de ministros de Pedro Sánchez también ha trastocado a Unidas Podemos, que debe recolocarse en el Gobierno. El ascenso de Nadia Calviño a vicepresidenta primera enreda campos de confrontación como la subida del Salario Mínimo Interprofesional o la pretendida derogación de la reforma laboral.
La nueva “dama de hierro” económica para Sánchez no ha dudado en mostrar ostensiblemente su malestar con la perspectiva de sus coaligados. Aunque Yolanda Díaz se parapete tras los agentes sociales y su interlocución directa con el presidente, salvar la “ortodoxia” de Calviño se antoja ahora más difícil. Necesitado de visibilidad, Podemos ha desempolvado la propuesta de ampliar a 6 meses los permisos de maternidad y paternidad.
El mismo sábado en que Sánchez anunció el nuevo Consejo de Ministros, Díaz conversó con el “retirado” Pablo Iglesias. La candidata morada “in pectore” había entendido la jugada del presidente como un desafío para marcar territorio, sacar pecho político con caras de refresco y, además, retratarlos a ellos como la izquierda con menor “glamour”.
Como, asimismo, Íñigo Errejón favorece los aires desertores desde el porche de su casa -las encuestas alertan insistentemente de que los seguidores podemitas no es que se marchen a la abstención sino que caen en los brazos de Más País- el problema es mayúsculo para el socio minoritario del Gobierno.
El giro del líder socialista pinta al PSOE ante la feligresía “progresista” como “lo moderno” frente a caras gastadas como Ione Belarra, Rafa Mayoral o Pablo Echenique: la izquierda “bukanera”. Frescura frente a caspa. En esa lucha que mantienen constante PSOE y UP, como si de unas primarias internas de la izquierda se tratase, el presidente ha mandado al electorado que se disputa con Podemos el mensaje de que su partido tiene banquillo mientras los de “la gente” están en chasis.
Yolanda Díaz le está dando vueltas a una mini crisis en su facción. Necesita dar una mano de cal a sus ministros. Pero las confluencias son reacias.
Con todo, el sanchismo, por más ministro joven coloque en el Gabinete, tiene ya ha perdida esa lucha electoral donde realmente debería importarle: en su carrera con el PP. Los más jóvenes ahora no miran a la izquierda.
El PSOE, actualmente, no logra competir por la juventud con imágenes “frescas” de políticos populares como el propio Pablo Casado, o referentes autonómicos y municipales tales como Isabel Díaz Ayuso, José Luis Martínez-Almeida, Juanma Moreno, Alfonso Fernández Mañueco o Fernando López Miras. La Moncloa puede irse olvidando de ganar en ese terreno. Pero, volvamos a lo que nos centra después de transitar por este recoveco del Partido Popular.
Yolanda Díaz, sin sospecharlo, facilitó los movimientos de Pedro Sánchez al reconocer ante él en sus charlas personales que tocar al ala morada la pondría a ella misma entre la espada y la pared. Y aunque mantuvo intacta su cuota en este escenario de dos gobiernos en uno, lo que se antojaba fortaleza para Díaz era una trampa: la idea que trasciende es que en esa pata del Gobierno nada cambia porque no tienen recambios.
La clave tiene nombre: Pablo Iglesias
Díaz le está dando vueltas a una mini crisis en su facción a la vuelta del verano. Necesita dar una mano de cal a sus ministros. Pero las confluencias son reacias. Primero por la misma personalidad de sus ministros.
¿Cómo se cambia a Alberto Garzón, que es el líder de IU? ¿O a Manuel Castells sin la aprobación de Ada Colau? ¿Qué se hace con Irene Montero? El frágil equilibrio de fuerzas del totum revolutum de Podemos, En Comú Podem, Galicia en Comú e Izquierda Unida es un avispero del que no se puede salir sin picaduras graves. El asidero de la ministra de Trabajo para evitar una guerra interna pasa por convencer al mismísimo Iglesias. Así que, de momento, paciencia. Toca sobrevivir en el camino hacia las generales.